Hablar con autoridad, sólo es posible cuando verdaderamente es el Espíritu el que nos guía, cuando nos hacemos su instrumento y nos dejamos confiadamente en sus manos. Cuando en mi vida soy consecuente con lo que predico; cuando mis obras, mis actos hablan de lo que soy y llego a ser verdaderamente un instrumento de fe. Entonces puedo hablar con autoridad y mi palabra, que ya no es mía, se convierte en el más poderoso bisturí, capaz de penetrar hasta el fondo del corazón y del alma del más duro de nuestros hermanos, del más escéptico, expulsando al demonio, que unos más que otros, vamos dejando que se vaya apoderando de nuestras vidas, hasta abarcarlo todo.
El antídoto, el enemigo del demonio, es el Espíritu. ¿Y qué es obra del demonio? Es todo aquello que nos aleja de la verdad, todo aquello que nos aleja de la justicia y del amor. El demonio quiere nuestra destrucción, se ufana de ella…el Espíritu, por el contrario, pone a la vida al centro, como el más preciado don. El que ama y defiende la vida, está con Dios. Y no se puede amar y defender la vida, si no se ama a los demás, a los que nos rodean, empezando por los más próximos.
Sólo habla con Autoridad, el que obra con Autoridad. ¡Ese es Jesús, nuestro modelo! Y a ese seguimiento estamos invitados todos.
Oremos:
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
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