Roguemos al Señor - últimas reflexiones

Aldila - Oficial

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Reflexión: Lc 7,36-50

Lc 7,36-50

“Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. El Señor es capaz de mirar en la profundidad de nuestro corazón y de nuestra alma. No hay nada que podamos ocultarle, porque allí, donde todos somos uno, Él lo sabe todo.

¿Por qué siempre estamos fijándonos con envía en los demás? Que si les es más fácil, que si recibieron más, que si tienen menos penas, menos dolor, menos sufrimiento. ¡Qué sabemos nosotros de lo que anida en los corazones de nuestros hermanos!

¡No juzguemos! ¡Demos siempre lo mejor de lo que podemos, lo mejor de nosotros, lo mejor que tenemos, sin mirar a quien, sin detenernos a ver si lo merece o no! ¡No somos quién para juzgar y decidir lo que cada quien merece! Fijémonos en nuestros pies, en nuestras manos, en nuestros sentidos, en nuestros pensamientos, en nuestros corazones…Escojamos siempre lo mejor, lo bueno, lo que nos hace santos…el servicio humilde, sin esperar recompensa, ni compensación, que Dios que lo ve y sabe todo, sabrá apreciarlo.

Pongamos nuestra mirada en Él y hagamos todo por Él y para Él.
Hay algo más que deseo comentar respecto a este pasaje, y es el poder que tiene el Señor de purificarnos, de perdonarnos. No sólo puede curar nuestros cuerpos y aliviar nuestras penas, sino también limpiar nuestras almas, concediéndonos el perdón de todos nuestros pecados. Él no pierde la esperanza en nosotros y sin importar cuan pecadores somos, sin reparar en nuestras faltas, sin importar cuan grandes o cuan pequeñas sea y sin distinción, nos concede el perdón, para que andemos por la vida como niños, inmaculados, brillantes como el sol. Él alivia nuestras cargas, nuestros pesares, nuestros errores, nuestras ofensas, nuestras metidas de pata, nuestros pecados y nos alienta a seguir por el camino del bien, dejando esa carga pesada en sus manos, para que puedas decir: “Hoy es el primer día del resto de tu vida”.

Oremos:

Señor, danos humildad para servirte a través de nuestros hermanos, allí donde estés, donde más lo necesiten.

Saca de nuestros corazones la envidia y el prejuicio.

Que no vayamos comparándonos ni midiendo merecimientos, sino que tengamos la humildad para hacer y preferir siempre tu voluntad.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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