Roguemos al Señor - últimas reflexiones

Aldila - Oficial

martes, 12 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 14,27-31a

Jn 14,27-31a

Hoy me llama especialmente la atención la mención que Cristo hace del Príncipe del mundo, que no tiene ningún poder sobre Él. Sin embargo es importante recordar que existe y que es un Homicida y mentiroso. Conociendo nuestras debilidades, busca engañarnos a cada paso. Le molesta que nos acerquemos al Señor y emplea mil argucias para alejarnos, al extremo que cuando más cerca creemos estar podemos encontrarnos, por el contrario, tan distantes. Solo así se explica la maldad que hay en el mundo, disfrazada de generosidad y benevolencia. No soy quien para juzgar, pero lo encontramos a cada nada y por eso, más vale estar en guardia.

No debemos temerle, porque como bien nos dice Cristo, quien guarda sus mandamientos y le ama, Él y Dios Padre harán morada en el, pues quien ama a Cristo ama a Dios y en ello encuentra Dios Padre su gloria.

Cristo no muere en la cruz por obra del mal, no es el mal el que lo ha vencido. Todo lo contrario. Tal como nos lo dice: “pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado”. Es cumpliendo las órdenes de Dios Padre que Jesús llega hasta el extremo de dar su vida por nosotros. Es que su Voluntad es salvarnos y sólo puede hacerlo mostrándonos que es posible.

Dios nos quiere libres; no nos quiere esclavos de nada, ni por nada. Es preciso que Él muera en la cruz para que quedemos convencidos que hay una opción. No nos olvidemos que no solamente muere. No podemos quedarnos en su muerte…Muere y ¡Resucita! En eso consiste nuestra salvación. El Señor, Rey de reyes ha vencido al mundo. No hay ley que se le pueda imponer, ni nada que lo pueda someter…él es superior; él Es.



Oremos:

Señor mío Jesucristo, que siempre opte por ti. Que no me deje acobardar ni amedrentar por el maldito homicida y mentiroso demonio. ¡Que siempre camine en Tú luz!

Purifícame, sáname, sálvame...Mándame ir a Ti



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Reflexión: Jn 14,21-26


No siempre son claras para nosotros las tres personas de la Trinidad. En este texto por boca del Señor las conocemos a las tres, distinguiendo la forma en que participan en el Plan de Salvación. Solamente conocemos y sabemos del Padre por el Hijo. El nos enseña lo que el Padre ha dispuesto, esto es: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.”

Como Dios es uno y trino, nosotros estamos llamados a participar de esa unión por Cristo. Él nos abre las puertas para formar parte en esa comunidad Divina. Debemos amarle, lo que sólo puede manifestarse con hechos: tener y guardar sus mandamientos. ¿Por qué tenemos la cabeza llena de tantas cosas? ¿Por qué nos andamos atormentando por el dinero? ¿Por qué andamos atesorando o anhelando riquezas que nos den comodidad, que nos permitan ostentar y hasta despilfarrar, cuando UNA SOLA COSA ES IMPORTANTE?

Recordemos aquél pasaje de Marta y María que nos narra el evangelio de Lucas (Lc 10, 40-42): “mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»”



Oremos:

Dios, permítenos escoger la mejor parte, aquella que realmente es importante. Que si algo nos quite el sueño sea amarte más.

Que nos ocupemos de aliviar a nuestros hermanos, de atenderles y servirles, antes que dolernos y quejarnos de lo poco que tenemos, de lo poco que somos, antes de dolernos de nuestra pobreza, que en realidad es riqueza, si la comparamos con los miles y millones que no tiene qué comer HOY.

Danos un corazón sensible y voluntad para hacer lo que debemos ¡siempre!

Ilumínanos y fortalécenos con tu Espíritu.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 10 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 15,1-8

Jn 15,1-8

Creo que tendríamos que empezar a leer este evangelio por el final. ¿Qué quiere Dios Padre de nosotros? Pues que demos mucho fruto; que lo demos en abundancia. Dicho en las palabras de Cristo: “La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos”.

Esto que es tan simple, no lo llegamos a entender. Dios Padre quiere que demos frutos y frutos en abundancia…Pero no contento con este deseo, se compromete con nosotros en esta misión. La verdad es que sólo falta que nosotros también queramos, tanto como Él dar fruto. Basta que queramos, nos dispongamos…demos el primer paso, el resto nos lo facilita Él. Claro, es que nosotros tenemos que hacer algo; alguna señal tenemos que dar. Tenemos que hacernos disponibles. Tenemos que decir Ok, ponernos en la actitud adecuada y dar los primeros pasos. Como en la pesca milagrosa, debemos tirar la red donde Él nos indique. Tenemos que coger la red y tirarla, donde el nos indique. Es obvio que si no cogemos la red, ni la tiramos; o si la cogemos y la tiramos a otro lado, por necios, por tontos, no cogeremos nada. Pero si hacemos lo que Él nos dice ponemos nuestro esfuerzo en la dirección correcta, Él nos dará en abundancia.

Como cuando con cinco panes y dos peces alimentó hasta saciarte a más de cinco mil y todavía sobraron varios canastos con los trozos de pan y pescado. El Señor nos pide que pongamos algo de nuestra parte. Basta ese algo, para asegurar una cosecha abundante.

No hay lugar ni momento en que deje de recordarlo. Al que da más, más se le da; pero al que se guarda mezquinamente para sí lo poco que tiene, hasta ese podo ce le quitará. Hoy nos lo recuerda cuando dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.” Es que Dios Padre quiere que demos fruto y que lo demos en abundancia…¡Ojo con estas palabras! Si estamos con Él, estamos en el mejor equipo; tenemos la ganancia asegurada. Sólo tenemos que participar y hacer nuestro mejor esfuerzo. Si así lo hacemos, Él viene, nos poda, nos limpia, para que demos más fruto.

¡Tenemos que permanecer en Cristo! ¡Sin Él no somos nada! ¡Con Él todo lo podemos! ¡Seamos sensatos! Dios Padre sólo quiere nuestro bien, solo quiere que seamos felices. Seremos felices si hacemos lo que Dios nos dice. ¿Y cómo sabemos esto? Porque para eso ha venido Cristo al Mundo, para revelarnos la voluntad del Padre. Si nosotros oímos lo que Cristo nos dice, si creemos en Él y permanecemos en Él, daremos mucho fruto y con ello estaremos glorificando a Dios Padre.



Oremos:

Padre Santo, danos una ñisca de entendimiento para comprender esto que nos ha revelado tu Hijo Jesús. Danos Fe para creerle, seguirle y hacer lo que nos diga.

¡Queremos dar fruto en abundancia! ¡Dinos donde debemos tirar la red!



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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sábado, 9 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 14,7-14

Jn 14,7-14

El Señor no se cansa de pedirnos insistentemente Fe. Creer en Él, al menos por lo que Él hace, por sus obras. Creer que Él ha sido enviado por el Padre y que quien lo conoce al Él conoce al Padre. De allí que no podamos encontrar mejor ocupación que dedicarnos a conocerle. Conocer y creer son las condiciones para entrar en el Reino. Entonces podremos hacer sus obras y mayores aún.

Estas son las promesas de Jesús que debían mover nuestro corazón, nuestra inteligencia y nuestra voluntad. ¡Qué mejor tesoro! ¡Qué mejor aliado! ¡Qué mejor garantía! Tenemos todos los pases, todas las credenciales…no hay puerta que no se abra, camino que no se allane, corazón que no se alegre, inteligencia que no se ilumine, espíritu que no se exalte si obramos en su nombre. Todo está en empezar. Creer y dar el primer paso, el resto dejémoslo en sus manos, que Él sabrá guiarnos y llevarnos al lugar que nos tiene preparado desde siempre.

Vamos, caminemos alegres, gozosos, porque Dios está con nosotros y si le tenemos, nada nos falta.


Oremos:

Cristo, Jesús, ayúdame a entender que en Ti tenemos el mejor aliado, la mejor garantía. Que no hay nada que pueda impedir que cumpla con mi misión, que no es otra que la tuya. Condúceme, guíame, hazme un instrumento de tu fe, que sea ella creciente en mí y pueda iluminar a mis hermanos.

Concédenos la paz y la alegría, para llevar siempre tu mensaje de esperanza, sobre todo a los más afligidos.

Danos en abundancia, para compartir en abundancia.



Roguemos al Señor…

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viernes, 8 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 14,1-6

Jn 14,1-6

Fácilmente nos olvidamos cuál es el sentido de la Vida, cuál debe ser nuestro camino, por donde debemos andar. El Señor nos lo recuerda. Solo hay un destino: “La casa de mi Padre”. Sólo un Camino, Jesucristo.

Las palabras son muy claras. El asunto está en creerle y seguirle o rechazarlo. No hay nada más que esas dos posibilidades. Si le creemos, hemos de manifestarlo siguiéndolo…De otro modo, ¿cómo podríamos explicarlo? Creo, pero no te sigo, sería una incongruencia…no tendría sentido.

Hay un solo Puente, una sola Puerta y ese es Cristo. No hay otra forma de llegar al Padre que pasando por Cristo. Solo Él nos conduce al Padre y con Él a la felicidad, a la Vida Eterna. Sólo Él es el Norte. Solo Él es Vida. ¿Lo creo?

¿Responde mi vida a esta confesión? ¿Soy coherente? ¿Es que no entiendo o quizás, que no quiero entender? Qué puedo decir. ¿Tengo precisadas las prioridades en mi vida? ¿Vivo conforme a lo que proclamo y creo? ¿Soy incoherente? ¿No entiendo el evangelio? ¿Qué parte no me queda clara? ¿El amor?

“No hay amor más grande que el que entrega la vida por sus amigos”. ¿Necesito mayores referencias, mayores pistas, mayores explicaciones? ¿Qué es lo más importante? “Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe… Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.” (I Corintios 13).

Tengo el Programa, tengo el Plan entre mis manos…¿Qué voy a hacer?


Oremos:

Señor, dame fe para realmente creerte y FORTALEZA, valentía y decisión para seguirte. Quiero seguirte cada día de mi vida, a cada paso, cada segundo. ¡Que no respire si nos es por Ti y para Ti!

Sé que no llego a Ti si no es por mis hermanos…¡Haz que te vea a Ti en cada uno de ellos! ¡Que no me olvide jamás de la caridad!


Roguemos al Señor…

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jueves, 7 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 13,16-20

Jn 13,16-20

Jesús nos aclara que Él y el Padre en realidad son el mismo Dios. No es más uno que otro y quien recibe a Cristo, recibe al Padre. Cristo ha venido a Salvarnos por orden del Padre. Así, lo que Él nos dice, lo que Él hace es por bien nuestro y por disposición de Dios. Lo más importante, en donde radica nuestra salvación es en que CREAMOS.

Es tan importante creer y que lo que creemos se manifieste en nuestra vida misma, que incluso nos anticipa la traición de Judas con estas palabras: “Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy.”

Estas palabras encierran un gran misterio y también una revelación. Algo que constituye una constante en los evangelios. Del mismo modo en que Jesucristo recibe el poder del Padre, nos lo confiere a quienes envía. Aquí hay un asunto clave en el que creo debemos meditar. Jesucristo nos ha dado su poder, el mismo poder que ha recibido de Dios, a quienes Él Envía. ¡Dios, queremos encontrarnos entre los escogidos!


Oremos:

No puedo encontrar mejor oración hoy que suplicarte encontrarme entre los escogidos, para convertirme como Tú en comida y bebida, para todos mis hermanos, para toda la humanidad…allí donde Tú me envíes. ¡Mándame ya!


Roguemos al Señor…

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miércoles, 6 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 12,44-50

Jn 12,44-50

Padre, Hijo y Espíritu Santo son la tres personas del Único Dios Verdadero. Jesucristo, con toda autoridad nos hace notar que Él no habla por Sí, que lo que nos transmite es la Palabra de Dios. Que es Dios Padre el que le ha enviado para que nos de Su mensaje. Que no hay forma de conocer al Padre, sino a través de Hijo y que, por tanto quien conoce al Hijo conoce al Padre. Se puede decir que alguien conoce a Cristo, si hace su palabra. Es el hacer, el guardar su palabra, el obrar cristianamente lo que nos distingue, no el mucho hablar y razonar. “Por sus obras los conoceréis”.

Al que me parece sumamente importante en este mensaje es que Jesús es la Luz que ha venido al mundo para que no andemos en tinieblas, para iluminarnos y mostrarnos el Camino, en buena cuenta para Salvarnos, no para condenarnos. Hay aquí una diferencia fundamental que debemos destacar. La obra de Dios es POSITIVA, constructiva. Se nos pide GUARDAR AU PALABRA. Creer y hacer lo que Él nos dice, porque lo que nos revela es por mandato del mismísimo Dios.

Nadie nos juzga y no es para eso que ha venido Jesús. Él pone la luz, ilumina y nos saca de las tinieblas. Él es la Verdad, el Camino y la Vida. Nosotros somos libres de optar por las palabras de Dios y seguir su mandato que es de Vida Eterna o rechazarlo…Y ahí está nuestro juicio. Somos nosotros mismos los que nos condenamos.

No puede haber mejor propuesta para el mundo, para la humanidad entera y por supuesto que para mí, que la que Cristo nos trae, porque es la que Dios mismo, nuestro Padre le ha encomendado. Está en nosotros el aceptarla y seguirla. Seremos unos necios si no hacemos lo que DIOS nos propone, si no le creemos…si más bien, nosotros le juzgamos y rechazamos…¿quién juzga?



Oremos:

Padre Santo, danos la fe necesaria…acreciéntala día a día en nosotros, para seguirte. Para que no haya otra razón, otro motivo en nuestras vidas que hacer lo que tú nos ordenas a través de tu Hijo Jesucristo y nuestra Santa Madre Iglesia fundada por Él.

Danos un corazón puro, grande, transparente…para amara a todo el mundo y dar a cada quien lo que necesita. Haznos sensibles al dolor, el sufrimiento y la pobreza.


Roguemos al Señor…

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martes, 5 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 10,22-30

Jn 10,22-30

Nos carcome la impaciencia, no aguantamos más y como los judíos, queremos que el Señor se manifieste de una vez, tal como nosotros queremos, con la idea que nos hemos forjado interiormente. Es que no le conocemos y pretendemos un Cristo que nos muestre su poder, que nos muestre de una vez cuan poderoso es, resolviendo nuestros problemas, nuestras dudas y manifestándose de tal modo en nuestra vida, que sea contundente para que sin dudas podamos decir, orgullosos, satisfechos, triunfantes, este es nuestro Dios, el Dios en el que creemos…Miren, deposité mi fe en Él, creí en Él y vean, cómo ha obrado lo que esperaba, lo que quería, lo que le pedí. ¿No es esto lo que queremos? ¿No es esto lo que esperamos? ¿No es que con cierta decepción y llenos de dudas nos alejamos de Él, porque no ha obrado lo que nosotros queríamos, lo que esperábamos, lo que queríamos?

Por fin…¿Creemos o no creemos en Dios? ¿Creemos o no creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios, enviado por nuestro Padre para Salvarnos? ¿Creemos que Él vino al mundo para redimirnos de nuestros pecados y Salvarnos? ¿Creemos en Él? ¿Creemos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios? ¿Qué quiere decir esto? ¿Lo hemos comprendido en realidad? ¿Hemos comprendido que Dios es nuestro Padre?

¿O es que más bien creemos en un Dios semejante a nosotros, creado en realidad por nuestra imaginación, del que esperamos fervientemente haga nuestra voluntad? ¿Somos nosotros los que pretendemos señalarle el Camino? ¿Somos nosotros los que habremos de decirle por donde ir y cómo hacer las cosas? ¿No nos está faltando humildad, tanta que pretendemos enmendarle la plana y que ponemos ello como condición para creerle, para seguirle?

Por fin…¿Es nuestro pastor y nos guía por donde debemos ir, procurando lo que más nos conviene, dándonos lo que su infinita bondad y su corazón han visto por más conveniente para nosotros? ¿O pretendemos más bien erigirnos en su pastor y decir que es lo que conviene y qué no?


Oremos:

Padre Santo, danos humildad y sabiduría para entender tus designios, para comprender tu voluntad en nuestras vidas, para adherirnos a Ti, y seguirte con Fe, sabiendo que Tú solo haz de querer lo mejor para nosotros en cada momento, sea que lo podamos comprender o no. Que pongamos los medios para que se haga Tú Voluntad.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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lunes, 4 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 10,1-10

Jn 10,1-10

El Señor es la puerta del redil: “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto”. Esta es una figura nueva y distinta, sin embargo es muy clara. Hay que entrar por Jesús en el Reino. Él es la única puerta y ha venido para darnos vida en abundancia.

Él ha venido por nosotros, sus ovejas. Sabemos que si entramos a través de Él, encontraremos pasto en abundancia. ¿Cómo hacer para entrar a través de Él? ¿Cómo reconocerle? ¿Cómo asegurarnos que no nos equivocamos?

Para pasar por esta puerta, primero hay que ser de los suyos. Si eres de los suyos, reconoces su voz. Su Palabra te atrae, la distingues, como Él a ti y lo sigues, confiadamente a donde dispone, a donde va, sabiendo que Él te dará lo que necesitas, que Él da la vida por ti y que para eso ha venido al mundo.

No nos dejemos engañar por los que pretenden entrar por otro lado. Sólo el que entra por la puerta es el pastor y nos llama a cada uno por nuestro nombre. Él va por delante; nosotros le seguimos.



Oremos:

Señor nuestro, haznos dóciles seguidores tuyos, confiando plenamente en tu palabra y en que tu nos darás la vida eterna. No permitas que seamos confundidos por otras voces que prometen y prometen, pero no tienen la capacidad, ni la intención de conducirnos por donde sólo Tú puedes llevarnos, hacia el Padre.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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domingo, 3 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 10,11-18


El Señor ha venido por todos, los que pertenecen a su rebaño y los que están fuera. A todos los reunirá en un solo rebaño, con un solo pastor. Para esto ha venido. Esta es su misión y es por eso que el Padre lo ama, porque da libremente su vida por el rebaño.

¡Qué relación tan fuerte y estrecha establece Jesús con nosotros! Somos su rebaño y le interesamos todos; no sólo los de adentro, sino también los que están afuera. No es un asalariado, es el propietario. Y, reunir a todas las ovejas en un solo rebaño es la orden que ha recibido del Padre.

Esta es la misión de Cristo y es a la que habremos de contribuir si oímos su Palabra, la entendemos y la ponemos en práctica. La voluntad del Padre es que seamos un solo rebaño y sigamos a un único pastor, Jesús. A ello habremos de dedicar nuestras vidas, del mismo modo que Cristo da su vida por sus ovejas. Estamos llamados a ser uno con Cristo y con todos nuestros hermanos. Debemos acoger, atraer…Y si no podemos por nuestros propios medios, entendiendo que esta es una misión divina, debemos pedir, implorar la ayuda divina. Para esto es la oración, para esto la eucaristía. Oremos, pidamos, que no seamos como lobos, y mucho menos como asalariados. Que nos entreguemos completamente a esta misión, como lo hace Cristo, poniendo toda nuestra vida en juego.


Oremos:

Señor te pedimos que nos hagas dignos seguidores tuyos, que colaboremos en tu Misión, invitando, siguiendo, atrayendo a todas las ovejas al rebaño. Que ninguna se pierda por nuestra causa, antes bien, que atraigamos las de fuera del redil también.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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sábado, 2 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 6,60-69

Jn 6,60-69

Qué momento difícil. El Señor no trata de dorarnos la píldora. Él nos presenta las cosas como son. Somos nosotros los que queremos seguirle, pero sin el sacrificio, sin la radicalidad que Él exige y así es imposible. No se puede servir a dos señores. De allí la pregunta: “¿También vosotros queréis marcharos?”

En otro momento el Señor nos dirá, el que pone la mano en el arado y mira atrás, ese no sirve para el Reino. El Señor exige decisiones, firmeza, coherencia y valentía. Es preciso comer su carne y beber su sangre si queremos entrar en el Reino de los Cielos. Si queremos contarnos entre sus seguidores. No es fácil, por eso debemos pedir al Padre esta Gracia. Es sólo con su apoyo, con su ayuda que podremos lograrlo. No es una misión que podamos dejarla librada a nuestras fuerzas, a nuestra capacidad, a nuestras flaquezas.

Ante la exigencia del Señor, muchos nos sentimos desanimados y tentados a dejarle. Es más, muchos le dejamos. No estamos dispuestos a aceptar el sacrificio. Queremos la gloria, sin pasar por la cruz. Pero la verdad es que ni eso se nos pide, porque este sacrificio ha sido realizado por Él para salvarnos. Sólo se nos pide perseverancia, humildad, generosidad, sinceridad, disponibilidad…Aceptar y reconocer que sin Él nada somos y que para eso nos ofrece su cuerpo y sangre, para alimentarnos, para fortalecernos. Sólo se nos pide firmeza, decisión…Fe. Dar el primer paso. Creer en Él y seguirlo.



Oremos:

Señor danos fe para seguirte, para no flaquear, para no dudar. Danos entereza, constancia, perseverancia.

Aparate de nosotros toda soberbia, sabiendo que no iremos a Ti sin tu ayuda, sin ayuda del Padre. Haznos constantes en la oración.


Roguemos al Señor…

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viernes, 1 de mayo de 2009

Reflexión: Jn 6,52-59


Es preciso hacernos uno con Cristo; comer su carne y beber su sangre para tener vida eterna. Es más, si no comemos su cuerpo ni bebemos su sangre no tendremos vida en nosotros. Este es un misterio muy grande y trascendente sobre el cual debemos meditar. No es tan sencillo como a veces imaginamos. Debemos participar de la Eucaristía si queremos tener vida. No se trata de un complemento, de un elemento secundario o uno más, que podemos tomar o dejar de tomar. Cristo nos ofrece hacernos partícipe de su vida, darnos la vida por Él. Pone una sola condición imprescindible, comer su carne y beber su sangre.

Comer su carne y beber su sangre es una condición, esto es algo sobre lo que debemos pedir luz. Reflexionar sobre este misterio, aceptar su Palabra y obrar en consecuencia. Como el Padre ha enviado al Hijo, así el nos envía. Como Él vive por el Padre, nosotros viviremos por Él. ¿Cuál es su carne y su sangre que habremos de comer y beber para vivir por Él?

Es hacer Su voluntad, es oír su Palabra y ponerla en práctica. Es comulgar frecuentemente, pues la comunión es la forma en la que se nos presenta Jesús como alimento. Sólo si participamos de ella, solo si comemos Su carne y babemos Su sangre, viviremos, pensaremos, hablaremos y actuaremos como Él. Solo así alcanzaremos la Vida Eterna. Este es uno de los más grandes misterios, pero al mismo tiempo es el milagro más grande. Jesús se nos da como alimento para fortalecernos y para darnos vida, la Vida Verdadera.

¿Cómo podemos rechazarlo? ¿Cómo podemos abstenernos? ¿Cómo podemos postergarlo? ¿Cómo podemos permanecer por períodos arbitrariamente prolongados sin participar de la comunión, sin amenazar nuestra propia subsistencia? ¿Cuánto tiempo podemos permanecer sin comer ni beber?...Un día, dos días, tres…¿Y cómo es que pretendemos tener Vida por Cristo, si no comemos su cuerpo y sangre, tal como el nos lo ha ofrecido…es decir como alimento?



Oremos:

Señor nuestro, ayúdanos a comprender que sin Ti no somos nada, que te necesitamos para poder Vivir; que no podemos pretender acercarnos a ti y sobre vivir, si no comemos tu carne y bebemos tu sangre, Verdadera comida y Verdadera bebida.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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jueves, 30 de abril de 2009

Reflexión: Jn 6,44-51

Jn 6,44-51

“En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.” Jesús nos habla siempre en forma directa y clara. Somos nosotros los que queremos buscarle tres pies al gato, para interpretar lo que nos quiere decir y acomodarlo a nuestro antojo. Se trata de creer. ¿Creemos o no? No basta decir yo creo…O quizás debíamos decir, si crees habrás de mostrarlo con tu vida, porque cómo puedes decir “sí creo” y no hacer lo que Él te dice. Si creyeras, obraríamos como Él e incluso serías capaz de hacer lo que Él y mucho más.

Entonces, debemos empezar por reconocer que nos falta Fe.Que la tenemos de un tamaño microscópico, incapaz de movernos. Sí, estamos asombrados, nos conmueve, nos llama la atención, pero no tenemos fe. Y si la tenemos, es tan pequeña, pero tan pequeña…que con las justas alcanzamos a balbucear su nombre a escondidas y en voz muy baja, quedo…para nosotros no más.

“Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae.” Entonces no es obra de nuestro esfuerzo, no son nuestros méritos los que nos acercan a Cristo es la Gracia de Dios Padre y esta sólo podemos implorarla, porque Él nos la regala, nos la da, porque quiere. Tenemos que hacernos disponibles para recibirla.

Pero Jesús añade: “Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.” Lo que debemos hacer es escuchar al Padre y aprender, para poder ir a Jesús. ¿Cómo oímos al Padre? Pues a través de Jesús…Él es el que nos lo ha revelado. Algo más: el que no lo escucha ni hace lo que Él nos enseña, es porque no le da la gana. Porque “serán todos enseñados por Dios”; si así nos lo recuerda Cristo, quiere decir que todos tenemos nuestra oportunidad; a todos nos está permitido conocerle. Todos habremos de tener esta oportunidad, pero ¿cuántos de nosotros la despreciaremos?


Oremos:

Señor, que estemos atentos a tus enseñanzas y que las pongamos en práctica, para acercarnos más a ti y de este modo alcancemos la Vida Eterna.

Tú quieres que vivamos según Tú Palabra, permítenos que así sea, Que tu carne y tu sangre nos den la fortaleza necesaria para seguirte cada día.


Roguemos al Señor…

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miércoles, 29 de abril de 2009

Reflexión: Jn 6,35-40

Jn 6,35-40

Jesús ha venido al mundo cumpliendo la Voluntad de nuestro Padre Eterno, que quiere que le conozcamos, para que conociéndoles y creyendo en Él nos salvemos, tengamos Vida Eterna, para que gocemos con Él del Cielo.

No existe, ni puede existir objetivo más preciado que este. Que otra cosa podríamos anteponer a la Voluntad del Padre. ¿Qué es aquello que nos ciega, que nos perturba, que nos obstaculiza y nos impide ver por medio de Cristo a Dios Padre?

Jesús no nos abandonará jamás, porque esa es su misión encomendada por el Padre, que nos suelte, que no nos deje, que no nos pierda. Él debe ser nuestro alimento. ¿No es verdad que necesitamos comer para vivir? Pero si Él nos dice que “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”. Es que le necesitamos tanto y aun más que cualquier otra comida…Que Él debe ser primero…Que Él debe ser nuestro alimento…Que con Él basta. ¿Es así?

¿Es esta una metáfora, una bonita alegoría? ¿Llegamos a creer realmente lo que nos dice el Señor? Siempre nos estamos preocupando por tener, por cubrir nuestras necesidades y por acumular, para cuando lleguen las vacas flacas, o para ostentar y llenarnos de opulencia. ¿Qué es lo que debemos perseguir? ¿A qué debemos dedicar nuestro tiempo? ¿En qué nos debemos ocupar? ¿Cuáles son nuestras prioridades?

El Señor nos pide que vayamos a Él y que creamos en Él…eso es todo. Ir y creer. Tan solo eso basta. Todo lo demás son enredos, elucubraciones absurdas, fantasías, trampas destinadas a conducirnos fuera del Camino, fuera de la Verdad, fuera de la Vida. ¿O hay alguien que por ocuparse de acumular, de acaparar, de ostentar, de llenarse de propiedades, títulos, fama y riqueza puede alcanzar la Vida Eterna? ¿Alguna de estas cosas le sirven después de muerto o si quiera para agregar un segundo más a su vida?

Entonces, demos al Cesar lo que es del Cesar. Orientemos nuestra vida adecuadamente. Busquemos primero el Reino de Dios y todo lo demás se nos dará por añadidura.

Oremos:

Señor nuestro, has que comprendamos y hagamos carne de estas palabras: que seas Tú el primero y el último cada día. Que seas Tú nuestro alimento. Que nos ocupemos de construir el Reino antes que de cualquier intrascendencia nuestra. Que sea este nuestro motivo de oración y esfuerzo.

Aumenta nuestra fe…


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

martes, 28 de abril de 2009

Reflexión: Jn 6,30-35

Jn 6,30-35

El Señor se ofrece como alimento nuestro, para alcanzar la vida eterna. El es realmente el pan del cielo, el pan de la vida. Quien le toma por verdadera comida y verdadera bebida no tendrá hambre ni sed nunca. Debeos ir hacia Él y creer en Él, eso es todo lo que nos pide.

Por eso el verdadero cristiano debe empezar el día buscándoles y ofreciéndole cada uno de sus actos, cada uno de sus pensamientos, haciendo todo aquello que más y mejor lo conduce hacia Él. Esa debe ser nuestra mayor preocupación, porque de ella recibiremos la mejor recompensa. Buscarlo permanentemente, tratando de aproximarnos más y más a Él y creyendo firmemente en su palabra.

Pero el creer no se manifiesta cerrando los ojos fuertemente y diciendo si creo…El creer debe manifestarse en cada uno de nuestros actos, en cada una de nuestras actitudes. Debemos vivir de tal modo que quien nos vea, crea por lo que ve, no por lo que decimos.

“Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed”. En esta oración aparentemente tan corta y tan sencilla el Señor nos ofrece dos ejes en torno a los cuales debemos elaborar el programa de nuestra vida. Dos ejes que en realidad, a la larga se transforman en uno solo: aproximarnos a Él siempre y hacer lo que Él nos dice…porque hacer lo que Él dice es la mejor forma, la única en realidad de decir “Yo creo en Ti”.

Ambas podríamos resumirlas en amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Son diferentes modos de decir lo mismo o como diría San Agustín, “ama y haz lo que quieras”. Porque de eso se trata finalmente, de Amar. De pasar por el mundo, por nuestra vida cotidiana prodigando amor a todos, sin distinción y en todo momento.

Oremos:

Danos Señor la fortaleza, la decisión y el valor para seguirte cada día de nuestras vidas, desde que amanece hasta que acaba el día. Que todos nuestros pensamientos, todas nuestras reflexiones y nuestros actos estén dedicados a Ti

Que sepamos cada día encontrarte en cada uno de nuestros hermanos y sirviéndoles nos acerquemos más a Ti.

Danos siempre de esa tu comida y bebida, para que seamos fieles hasta alcanzar la Vida Eterna.



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 27 de abril de 2009

Reflexión: Jn 6,22-29

Jn 6,22-29

El Señor hace realmente milagros, y es por estas señales que estamos atraídos a Él, que le seguimos, esperando que haga para nosotros, para nuestras vidas también el milagro. Y, Él nos pide que enderecemos nuestras vidas, que la ordenemos según Él, como Él nos indica…Que creamos en Él, que es el enviado de Dios Padre.

Creer en Él, ese es el alimento para la verdadera vida, la Vida Eterna. Creer en Él es abandonarse totalmente en sus brazos, es dejarse llevar, atraer por Él, seguirlo a donde nos propone, obrando como meros instrumentos de su voluntad. Él que cree en Él abandona todo y sigue su llamado, a donde quiera que Él disponga que vaya. El que realmente cree en Él, hace su voluntad.

¿Realmente creemos en Ti a ese extremo, hasta ese nivel? O es que somos pura palabra, pura frase, pura pose…pura cáscara y poca nuez. El que cree en el prodiga la paz por donde va, lleva alegría, nunca está triste, porque el Señor ha vencido al mundo, al pecado, al dolor y a la muerte. Porque el Señor ha venido a darnos Vida y en abundancia. Porque camina en la Verdad y tiene la Luz y esta alumbra a todos por donde va.

El que cree en Dios y en Jesucristo su enviado, ese tiene Vida Eterna, por lo tanto no hay nada que lo venza, nada que lo turbe, nada que lo pierda…camina por sobre todo, todo lo puede, todo lo traspasa, no tiene límites, porque todo lo hace con el poder que le da Jesucristo, el enviado de Dios Padre.

El que cree en Jesucristo, el Hijo de Dios, no puede pedir mayor Gracia para su Vida, lo tiene todo y como Jesús, lo da todo. Porque no se prende una vela, una linterna, un faro para esconderlo, sino para que de luz y la de en abundancia, para que todos puedan verla, seguirla. Porque sus obras hablan de su bondad, porque sus obras hablan de el gran tesoro que lleva en su corazón y este no es otro que el Amor del Padre, conocido a través de Su Enviado, Jesucristo, Nuestro Señor.



Oremos:

Señor acrecienta nuestra Fe. Creemos en Ti, pero no lo suficiente, por eso a veces flaqueamos, dudamos, nos acobardamos. Haznos un instrumento de tu Fe.

Queremos andar confiadamente por los caminos, sabiendo que Tú estás siempre a nuestro lado.



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 26 de abril de 2009

Reflexión: Lc 24,35-48

Lc 24,35-48

Como los discípulos entonces, nosotros hasta ahora no salimos de nuestra perplejidad. No nos creemos todo lo que se nos ha dicho. No nos creemos lo que nos ha enseñado Jesús. Queremos interpretarlo y adaptarlo a nuestra comprensión, a nuestra razón , que por si fuera poco está distorsionada por una serie de complejos, traumas, limitaciones, prejuicios y mil obstáculos que hemos ido creando a lo largo de nuestra vida para que todo parezca y sea como nosotros queremos. Así, con tanta basura acumulada, con tatos parches, mentiras, hipocresías, superficialidades y castillos edificados sobre la arena, así con estos lentes contra el astigmatismo, cuando en realidad tenemos miopía, es imposible verlo. Y sin embargo Él está aquí, al lado de cada uno de nosotros, rodeándonos, abrazándonos, envolviéndonos, guiándonos, llevándonos, levantándonos, cuidándonos, empujándonos, propiciando cada situación, dándonos amor, dándonos vida.

Debemos sacudirnos de todo prejuicio, de todo temor, de todo pesimismo. El Señor está con nosotros y ¡ha vencido al mundo! Pedir al Señor que purifique nuestra alma, nuestra mente y nuestro corazón. Que nos haga como niños, como una fuente cristalina de agua fresca y pura, como el día más transparente, templado y soleado, frescos como la brisa del mar que da sobre nuestro rostro cuando paseamos por una playa en primavera. Que nos haga dóciles para encontrarlo y verlo en nuestras vidas, allí donde menos esperamos…En realidad, allí donde posamos los ojos. Porque Él está en todas partes…acompañándonos, guiándonos, mostrándonos el Camino. El nos dice donde debemos dar el siguiente paso, donde debemos posar nuestros pies y nosotros le oímos, pero no siempre le hacemos caso.

Somos necios. No nos llegamos a creer todavía que Él está a nuestro lado y que sólo quiere nuestra felicidad; la de todos y cada uno de nosotros. Sólo debemos hacerle caso. Oír y hacer ciegamente lo que Él nos dice. No hay nada que nos proponga que no sea por nuestro bien y si nos cuesta, seguramente la recompensa será muchísimo mayor. Solamente tienes que tirar la red del lado que Él te indica y verás que la pesca será abundante.

“Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas”. Hemos sido testigos y somos los primeros beneficiarios de esta Gracia. Somos consientes de ello. Somos testigos. Los testigos están llamados a dar testimonio verás de lo que han visto, oído y creído.



Oremos:

Señor acrecienta nuestra Fe. Creemos en Ti, pero no lo suficiente, por eso a veces flaqueamos, dudamos, nos acobardamos. Haznos un instrumento de tu Fe.

Queremos andar confiadamente por los caminos, sabiendo que Tú estás siempre a nuestro lado.



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 25 de abril de 2009

Reflexión: Mc 16,15-20

Mc 16,15-20

Este es el mandato de Cristo que debemos cumplir en forma imperativa. Es la misión que nos encomienda, y viniendo de Él, si verdaderamente tenemos Fe, no puede haber nada más importante, ni prioritario. Si realmente ordenamos nuestra vida y ponemos cada cosa en su lugar, si somos creyentes sinceros, no puede haber nada más urgente que cumplir lo que el Señor nos ordena: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.”

Si realmente entendemos que el Señor nos ha traído la Buena Nueva, la mejor noticia que podían darnos, seríamos necios si perdemos un segundo en esparcirla, empezando por quienes nos rodean, pero siguiendo por el mundo entero. No es tarea fácil, porque a muchos no les gusta, no les cuadra esta noticia, no es conveniente para sus intereses; al menos eso es lo que piensan.

Es que nos aferramos a lo que tenemos y nos da miedo perderlo. Andamos confundidos, pensando que son las cosas las que nos dan la felicidad, por eso mezquinamente las acaparamos y tratamos de no compartirlas con nadie. Rendimos culto a la posición, al tener más. La pasamos anhelando y deseando lo que otros tiene y somos infelices porque no tenemos tanto como ese o aquél. Entonces nos proponemos alcanzarlos y pasarlos, pero entonces surge alguien que tiene más y volvemos a ser infelices, hasta no pasar a este, ese y aquél. Vivimos en una carrera estúpida, constantemente de mal humor, comparándonos y sintiéndonos infelices y frustrados, porque nunca tenemos suficiente.

La mezquindad y el egoísmo son los primeros obstáculos a la Buena Nueva. Evangelizar esta tierra se hace difícil. Sin embargo, hay que recordar, como dice el Padre Manolo Cavanna sj, que esta es la tarea que Cristo nos ha encomendado, para la que no nos ha dejado solos. Esta es su obra, así que si nosotros ponemos los medios a nuestro alcance, el pondrá lo demás. Así ocurría entonces, como nos lo cuenta San Marcos: “Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.

Lo hemos visto en varios de los pasajes de los evangelios de los últimos días…Fue suficiente que los discípulos hicieran lo que les ordenaba el Señor, para que tuvieran éxito en lo que hacían, logrando con creces lo que se habían propuesto. Es que el Señor nos necesita, como nosotros a Él. Si hacemos lo que Él nos dice, si nos proponemos y empeñamos en cumplir la misión que nos ha encomendado, solo bastará con poner lo que esté a nuestro alcance, para que el multiplique generosamente nuestros esfuerzos. Todo está en empezar. Pongamos nuestras manos, nuestras mentes, nuestros corazones y todo nuestro ser a su disposición, que Él hará el resto.


Oremos:

Padre Santo, danos el coraje para proclamar la Buena Nueva por donde vamos, con quien estemos…Y proclamar como san Pablo: ¡Ay de mi si no evangelizara!

Que nuestra vida toda sea una Buena Nueva para los demás. Que llevemos paz, alegría, concordia y esperanza. Que seamos portadores de consuelo para los que sufren, ya sea por enfermedad, por injusticia o marginación.

Haznos instrumentos útiles al servicio de la evangelización del mundo.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

viernes, 24 de abril de 2009

Reflexión: Jn 6,1-15

Jn 6,1-15

Estamos ante uno de sos asombrosos milgaros de Jesús, en los que quizás nos quiere mostrar que nada es imposible para Él, para su bondad, para su amor. Debemos poner nosotros los medios y dejarle el resto en sus manos. Ponemos lo poco que tenemos, lo poco que somos…pero si se lo entregamos a Él, lo reproducirá “ciento por uno”, todo lo que sea necesario, para que todos coman cuanto quieran y encima sobre…

Esta es la gran lección de hoy. No podemos confiar solamente en nuestra fuerzas, sin embargo, si ponemos todo lo que tenemos, todo lo que somos, por Jesús, Él hará su parte, Él lo multiplicará por todo lo que sea necesario hasta alcanzar a cubrir todo lo que queríamos y más…

¿Pero cómo es eso de poner lo que tenemos por Jesús? Pues se trata de dar al necesitado, al pobre, al humilde, al que sufre…a nuestro prójimo, a nuestros hermanos. El mundo tiene grandes necesidades, especialmente porque no hemos sabido distribuir la riqueza de la Tierra, porque unos cuantos tratamos de acapararlo todo, porque no somos generosos, porque guardamos y preservamos demasiado para nosotros, porque somos mezquinos.

Se trata de ser generoso con todo aquello que en realidad hemos recibido gratis de la bondad generosa de nuestro Dios Padre providente. Él nos ha dado todo, para que lo compartamos con quienes no tiene, con quienes lo necesitan. Basta que nosotros pongamos los medios, nuestra voluntad, nuestra organización, lo que tenemos, para que Él haga el resto. Demos, y lo que demos será multiplicado con creces.

Pero ojo, no lo hagamos por alcanzar mérito alguno, por lograr reconocimiento ni distinción alguna, sino por amor…por evidenciar el amor de Dios a todos nosotros. Seamos instrumentos. Aprendamos de Jesús, que ante el asombro de la gente que por lo que había hecho le quisieron coger para hacerlo rey, huyo sólo, al monte…
Otra más: "Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda." Necesitamos todo...no podemos ser de los que desperdician, de los que no aprecian lo que tenemos...Nada se debe perder, porque hay otros que lo necesitan.



Oremos:

Virgen María, ayúdanos a ser humildes y generosos como tu hijo Jesús. Que estemos siempre dispuestos a poner los medios, cuanto tenemos y somos, con la confianza que el resto lo hará Jesús.

Padre Santo, estamos empeñados en acrecentar tu reino, esta es Tú obra…ven en nuestro auxilio cuando llegue el momento.

Haznos dóciles y generosos…desprendidos. Que llevemos alegría, paz y tranquilidad, no sólo espiritual, sino incluso física a quienes lo necesitan.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

jueves, 23 de abril de 2009

Reflexión: Jn 3,31-36

Jn 3,31-36

La humanidad entera celebra hoy el Día de la Tierra, la casa que nos dio el Señor para que habitáramos, para que preserváramos y cuidáramos para todas las generaciones que nos habrán de suceder y, ¿Qué hemos hecho de ella? ¿Qué es lo que anda mal en nuestro Planeta? ¿No ha sido obra nuestra? ¿No es esta una señal que vivimos de espaldas a Dios, que pretendemos alejarlo de nuestras vidas, que lo rechazamos, como todo aquello que viene de sus generosas manos? ¿A dónde podemos ir por este camino si no es a nuestra destrucción?

Pero no debemos temer, porque Dios ha venido a salvar al Mundo, por amor. No es por ningún merecimiento nuestro, es sola y únicamente por amor. Nuestro Señor Jesucristo, viniendo del Padre, se hizo hombre, como nosotros, para enseñarnos el Camino. Para darnos a conocer este misterio insondable, del inconmensurable amor de Dios, que nos amó primero, aun cuando estábamos perdidos y de espaldas a Él, nos tuvo compasión, nos amó y nos perdonó.

Dios ha enviado a su Hijo para que creamos en Él y de esta forma salvemos nuestra alma y tengamos vida eterna. Por ello debemos pedir, orar, implorar la Gracia de creer en Él, la Gracia de conocerle y seguirle cada segundo de nuestras vidas. La Gracia de dar testimonio de su amor con nuestra propia vida, con cada uno de nuestros actos, desde que amanece hasta que anochece, en todo momento y lugar, con todas sus creaturas, empezando por los que viven con nosotros, con nuestra familia, con nuestros compañeros de trabajo y con cada una de las personas que nos cruzamos ocasional o circunstancialmente. Y luego, debemos honrarlo preservando toda su Creación, haciendo racional uso de ella, no depredando ni contaminando, compartiendo los frutos de esta Tierra generosa, que es el hábitat que Él nos dio para que en ella construyamos nuestros hogar, para que en ella encontremos y hagamos el Camino. ¿Cómo maltratarla y despreciarla sin que ello constituya una negación de nuestro amor a quien generosamente nos la dio, sin ser ingratos, sin pecar?

Queramos nuestro planeta y sus frutos, y enseñemos a quererla a nuestros hijos.



Oremos:

Padre Santo, concédeme la Gracia de conocerte y amarte como Tú lo haces, a través de mis hermanos. Que muestre en cada uno de ellos el afecto que Tú nos tienes. Que mi vida sea un testimonio de Tú obra salvadora.

Ponme la palabra, el gesto, la mirada, la presencia adecuada, para que pueda llegar a los corazones de mis hermanos e iluminarlos con Tú Gracia…Hazme un instrumento de tu Fe.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 22 de abril de 2009

Reflexión: Jn 3,16-21

Jn 3,16-21

Tenemos que obrar correctamente siempre, no sólo cuando estamos en público, no sólo cuando estamos en presencia de alguien, sino SIEMPRE. Es cuestión de hábito. De práctica constante, de controlarse, de dominarse…de orientarse a donde uno debe y no siempre a donde uno quiere, por convicción.

Todo en este mundo debe ser tamizado y evaluado, bajo la perspectiva del hombre nuevo. Desde el punto de vista que el Señor nos ha enseñado con su Vida, las cosas se ven de otro modo. No como queremos que sean o como nos gustaría que fueran, sino como son. Porque la Verdad es una, la Luz es una, el Camino único.

Si podemos revestirnos con la perspectiva del Señor, si podemos configurarnos con Él, veremos todo como es y seríamos unos necios si no actuamos en función de esta realidad: SIEMPRE.

Me parece importante la acotación que hago con mayúsculas, porque creo que ese es uno de nuestros grandes peligros cuando procuramos seguir el Camino; caemos en la tentación de creer que nuestra vida privada, nuestra vida intima, no tiene por qué ser iluminada por la Luz, sino que podemos reservárnoslas para nosotros, como si fuera nuestro "pequeño feudo de libertad", en el que somos y hacemos lo que queremos…Solo así uno se explica lo que viene pasando con el Presidente Paraguayo, anteriormente Obispo Fernando Lugo…que resulta que tiene dos hijos y sólo sabe Dios qué otras cosas que ocultar…

Cuando hemos avanzado en el Camino, estamos tentados a realizar esa separación de nuestra vida pública y nuestra vida privada. Yo también lo he hecho…Creo que todos caemos en este error, que es signo de inmadurez espiritual, de pequeñez, de mezquindad. Es que no hemos comprendido que el Señor ha venido a hacernos libres y a salvarnos por completo…No tan sólo una parte de nosotros; no sólo nuestra vida pública, sino también la privada, porque somos una unidad. No es cuestión de aparentar, sino de ser, y de ser siempre, en todo lugar y bajo toda circunstancia. ¿Es difícil? ¡Claro que lo és! Pero cuando uno está convencido, cuando uno ha visto la Luz, no puede andarse con medias tintas, porque se engañará a sí mismo y pretenderá engañar a los demás y, tarde o temprano, todo saldrá a la luz. Y entonces…¿cómo quedaremos? Como unos infelices más, como unos hipócritas, como cualquier fariseo…Como Fernando Lugo.

Las palabras de todo este evangelio son sumamente ricas y claras. ¡Ay, si pudiéramos entenderlas en su profundidad, y hacerlas vida! Debemos leerlo y releerlo todo muchas veces…es imposible citar una parte, sin citarlo todo. Solo quiero subrayar que todo es obra del inconmensurable amor de Dios por nosotros. Este quizás debía ser la idea principal que debía iluminar nuestro entendimiento. Todo fue hecho por amor…por el Amor más grande que podría existir, el más vasto…aquél del que nuestro amor es sólo un reflejo: el Amor de Dios, el Amor divino.

Si Dios que todo lo ve, que todo lo sabe, me ha amado tanto y me indica cual ha de ser mi camino…y si para iluminar mi falta de entendimiento y mi dureza de corazón, me envía a su propio Hijo, para que me muestre el Camino y no lo entiendo y no lo sigo, es porque soy un necio. No hay otra explicación. Soy libre para elegirlo, pero entre la luz y la sombra, prefiero la sombra, las tinieblas o la oscuridad…esa es mi elección…ese mi juicio.



Oremos:

Señor ayúdame a vivir siempre en la luz. Que no desfallezca, que no me rinda, que no caiga en la tentación de creer que sin ti soy libre, todo lo contrario.

Gracias por darme la libertad y permitirme conocerte y seguirte. Dame fe para reconocerte y seguirte siempre, aun entre las dificultades y el dolor.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

martes, 21 de abril de 2009

Reflexión: Jn 3,7-15

Jn 3,7-15

El Señor tiene que ser levantado, así como hizo Moisés con la Serpiente en el desierto, para que todo el mundo crea. Esa es nuestra misión, hacer que todo el mundo lo conozca y crea. No estamos solos en ella. No depende solamente de nosotros, de nuestra fuerza, de nuestra capacidad. El Espíritu Santo nos acompaña. Así que en nosotros está el “poner los medios”: la decisión y la voluntad. Si llevamos una vida de oración, si constante mente estamos pidiendo Su Gracia, no nos queda nada más que confiar en ella. Tener Fe.

¿Cómo sabremos si estamos haciendo lo correcto? Si hemos nacido de nuevo. Si hemos cambiado nuestras actitudes, nuestra visión de la Vida…si nos hemos configurado con Cristo. Entonces sí sentiremos que “El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.”



Oremos:

Señor concédenos la Gracia de nacer de nuevo, para dar testimonio de Ti todos los días de nuestra vida, aún a riesgo que no nos comprendan y piensen que nos volvimos locos.

Es a Ti a quien queremos seguir, a Ti a quien queremos dar a conocer. Que brille Tú luz en nosotros, para que todos te conozcan y te sigan.

Que cada día sea un nuevo renacer y un morir del hombre viejo, hasta que realmente alcancemos la “fineza espiritual” y la sensibilidad que nuestros hermanos buscan, para llevar consuelo y paz a todos los afligidos, a los que sufren, a los que padecen por causa de la injusticia, a los hambrientos y necesitados…


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 20 de abril de 2009

Reflexión: Jn 3,1-8

Jn 3,1-8

Todos estamos invitados a nacer de nuevo. Y es que realmente debemos nacer de nuevo para poder conjugar nuestro espíritu con el de Jesús. Tenemos que nacer de lo alto, es decir que este renacer es una Gracia que Dios nos otorga. Sólo entonces podremos ver el mundo como Dios lo ve, con sus ojos y no como hasta ahora lo habíamos visto.

Seguir al Señor exige de nosotros este cambio total de actitud. Es vivir según el Espíritu, que “sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.” Es hacernos totalmente disponibles a sus mandatos, a seguirlo por donde indique…A echar nuestra red donde Él nos indique…O cómo en las bodas de Canaán, hacer caso a las palabras de María: “hagan lo que Él les indique”.

Esta es una Gracia que el Señor nos da y que sin embargo debemos pedir incesantemente, pues solo entonces sabremos que todo lo que decimos, pero sobre todo lo que hacemos, está inspirado por Él y busca su mayor gloria.

Este ha de ser el mayor móvil y motivación de nuestros actos. Como diría San Ignacio, en el Principio y fundamento:

“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado.
De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden.
Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados.”




Oremos:

Señor concédenos la Gracia de nacer de lo Alto, del Agua y del Espíritu, para que te sirvamos siempre, hasta el último suspiro de nuestras vidas, Amén.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 19 de abril de 2009

Reflexión: Jn 20,19-31

Jn 20,19-31

Todos estos versículos finales de los evangelios están marcados por el desconcierto y depresión en que cayeron los discípulos de Jesús, tras su muerte en la cruz. Lo ocurrido los llevó a caer en la incredulidad. Uno tras otro se suceden estos episodios en que manifiestan su incertidumbre. No llegaban a entender lo que había ocurrido, de lo cual ellos había sido testigos de excepción.

Jesús tiene que hacerles notar una y otra vez que era Él, y que todo había ocurrido conforme se había dicho en las escrituras y conforme él mismo se los había comunicado. Estaban en shock, anonadados, obnubilados. Necesitaban que alguien viniera y los sacara del estado de ensimismamiento, de enclaustramiento en el que habían caído. Esta fuerza sería, finalmente, la del Espíritu Santo.

Como que todos estaban a la espera de esta gran confirmación. Tomás es el más elocuente al respecto. Es que ellos habían esperado un Rey a nuestro estilo, un rey de este mundo, que derrotara militarmente a los romanos y que usando de todo su poder les diera una lección a quienes osaran amenazarlo, no digamos crucificarlo.

Pero nada en esta historia se hizo a nuestro modo. Y si leemos estos acontecimientos con ayuda del Espíritu Santo, tal vez lleguemos a comprender que fue mejor así. Que este fue el Plan que ideo Dios mismo para salvarnos, y que solo así sería posible derrotar al pecado y a la muerte, nuestros más grandes enemigos. Y una vez trazado el Camino por Jesús, solo cabe esperar que todos lo transitemos libremente, propagando entre nuestros hermanos el secreto.

Si habremos de salvarnos será acogiendo LIBREMENTE el Camino y la Palabra del Señor. Dios, que es nuestro Padre, envió a Su Hijo amado a enseñarnos el Camino. Nadie nos obliga. Así, la condenación o la salvación están en nuestras manos. El Camino es el Amor. Esta es la Verdad que todos nuestros hermanos deben conocer. Y los que la conocemos, tenemos la OBLIGACIÓN de propalarla, de hacerla conocer a los demás. ¿Cómo? Mediante el ejemplo, en cada instante, cada segundo de nuestras vidas. Así seremos dignos de alcanzar Sus Promesas.


Oremos:

Señor danos la fortaleza para perseverar siempre en el amor, más allá y por sobre todas las cosas. No permitas que flaqueemos, que dudemos, ni retrocedamos. Y si en algún momento caemos, danos el valor para reconocerlo, levantarnos y volver por el Camino.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 18 de abril de 2009

Reflexión: Mc 16,9-15

Mc 16,9-15

¿Qué más? ¿Más claro? El agua.

El Señor está cerrando su predicación…su presencia como hombre, como Hijo de Dios entre nosotros. Todo lo que ha hecho y nos ha mostrado tiene sentido. O quizás debiéramos decir que lo tendrá, si nosotros hacemos lo que Él nos pide, lo que nos ordena: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”.

Tenemos un mandato. Como dijeron nuestros obispos en la V Conferencia General del Episcopado, en Aparecida: “No tenemos otro tesoro que este. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias.”

Resistencias las ha habido siempre. Ya vemos que a sus mismos discípulos Cristo “les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado.” Pero creo que la principal resistencia está en nosotros mismos, que no queremos comprometernos, que no queremos incomodarnos. Y es que vivimos en el engaño permanente, pensando que todo puede pasar suavemente por nuestras vidas, sin “hacer olas”, sin jugárnoslas. Pero eso es mentira. Tarde o o temprano llegan las dificultades y finalmente la muerte, y si no hemos llevado una vida digna, en la que hayamos puesto en juego todos los dones recibidos, Jesús nos escupirá por tibios.

Es que podemos vivir como el avestruz, escondiendo la cabeza y pretendiendo que nada pasa, que nada nos toca, que nada nos incumbe, pero tarde o temprano llega la hora de dar cuentas y entonces será demasiado tarde. Tenemos que llegar a comprender que la vida sólo tiene sentido, cuando somos capaces de darla por los demás. El que trata de conservarla y preservarla para sí, en realidad la pierde. Para dar frutos la semilla tiene que morir…

Nos cuesta entender la vida y el sentido de ella. Sin embargo tenemos tantos ejemplos en nuestra propia vida de felicidad. Detente un momento y revisa sinceramente: ¿No has sido feliz cuando has podido dar algo de ti, algo que te ha costado? ¿No es la felicidad de los que quieres la que te hace a ti feliz? Pues he ahí una muestra.

Camina haciendo el bien y procura solamente prodigar felicidad a los demás, aunque te vaya la vida en ello. Comparte generosamente lo que tienes; esfuérzate un poco por llenar las vidas de los demás, no la tuya. Da, sin mirar a quién. Solamente da. Recuerda que tienes una misión y que tal como nos lo dijeron nuestros obispos en Aparecida “no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana.”

Finalmente, nos recuerdan los obispos, “el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores.”



Oremos:

Señor ayúdame a ser un verdadero emisario tuyo, a llevar la buena nueva por donde voy, con hechos, no con palabras. Que viva y me comporte cristianamente, SIEMPRE.

Quiero ser discípulo tuyo y no guardarme nada para mí. ¡Sacúdeme de esta modorra, esta tibieza, esta mediocridad! ¡Quítamela de encima, para que sea digno de llamarme hijo tuyo!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Reflexión: Jn 21,1-14

Jn 21,1-14

El Señor viene a nosotros y nos dice lo que debemos hacer; dónde debemos pescar. Sin embargo nosotros no siempre estamos dispuestos a verlo y somos tan necios que no hacemos lo que nos dice. No aceptamos su palabra, dudamos de ella, nos resistimos a comprenderla…queremos interpretarla, cuando el es tan claro. Pero como siempre, no hay peor ciego que el que no quiere ver…Y la verdad es que no queremos ver lo evidente, porque nos incomoda, porque preferimos seguir haciendo lo que queremos, como queremos y donde queremos. Y sin embargo nos llamamos cristianos. Queremos acomodar todo a nuestra conveniencia y como no siempre lo logramos, entonces nos decimos que no entendemos lo que nos quiere decir…¡Claro! No queremos entenderlo, porque lo que a lo mejor nos está diciendo es que dejemos de hacer lo que estamos haciendo y que hagamos lo correcto, lo que debemos hacer.

Ahora, no es casual que los discípulos estén pescando y que entonces el les diga dónde deben echar la red para recoger abundante pesca. Hay que recordar que cuando Jesús llama a Pedro, su hermano y los que estaban con él, les dice: “Venid conmigo y yo os haré pescadores de hombres”. Esto no es sanscrito…No se trata de un lenguaje oculto que todos debemos tratar de comprender e interpretar para aplicarlo a nuestras vidas. Es mucho más sencillo que eso. No tenemos que darle tantas vueltas, ni pasarlo por veinte tamices, hasta que calce con lo que yo quiero. Se trata de hacer lo que el quiere, lo que el nos pide y donde el nos indica: entonces tendremos éxito, como los discípulos en esta escena del evangelio.

¡No interpretes! ¿Qué es lo que quiere Jesús? Quiere hacernos pescadores de hombres. ¿Qué quiere decir eso? Obviamente no vamos a empezar a seguir a todo el mundo con un anzuelo de los que se usa para pescar, eso sí sería pura demencia. Se trata de llevarlos, de atraerlos a Jesús. De mostrarles el Camino, la Verdad y la Vida. Mostrarles a Jesús tal como nosotros lo hemos conocido e invitarlos a seguirlo. Pero esto no se muestra con palabras…se muestra con actos, con hechos. Lo tenemos que mostrar con nuestra vida misma. ¿Cómo? Muy sencillo: amando. No importa donde estés, con quien te toque estar y lo que estés haciendo: ¡Ama! Como diría San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.

¿Qué quiere decir esto? Que si eres bombero, soldado, oficial, profesor, futbolista, abogado, ama de casa, hermano, juez, burócrata, congresista, monja o presidente, desde que empieza el día, hasta que termina, en cada uno de tus actos debes manifestar amor al prójimo, es decir a aquél que siempre u ocasionalmente está contigo. Si tú das siempre este testimonio de amor, estarás obrando cristianamente y atraerás con tus actos a los demás, estarás pescando. Y si estás atento a las indicaciones del Señor, el te dirá donde echar la red para que tengas una pesca abundante y así, los resultados de tus acciones rendirán con creces.

Así, no es tan difícil entender a Jesús…¿No te parece? Lo difícil es amar…amar siempre y a todos. Siempre tenemos la tentación de jalar agua para nuestro molino. Siguiendo el ejemplo de la pesca, es como si teniendo un “patrón” para el que trabajamos –Jesús-, que es tan generoso que siempre nos dará lo que necesitamos y en abundancia, a pesar de saber ello, quisiéramos guardarnos, escondernos unos peces para nosotros…¿Por qué habríamos de hacerlo, sino por ambición desmedida, por egoísmo, por mezquindad o por estupidez? Sin embargo, muchas veces obramos así…



Oremos:

Señor perdóname por las veces que he sido mezquino contigo, procurando hacer mi propia pesca, llevando agua para mi molino, pretendiendo “hacerme el loco”, cuando conozco perfectamente cuál es tu voluntad y cuál es mi misión.

Dame la valentía, el coraje para amar siempre a todos, sin distinción. Guía mis actos…empújame, si es preciso. ¡Quiero servirte siempre, pues sé que no hay mejor misión, ni mejor tarea que estar a tus órdenes, siempre!



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

jueves, 16 de abril de 2009

Reflexión: Lc 24,35-48

Lc 24,35-48

Apareciendo nuevamente entre sus discípulos, con el saludo de la paz y pidiéndole algo de comer, Jesús trata de acabar con el desconcierto entre ellos, centrarlos y encaminarlos nuevamente en su misión. Todo lo que ha ocurrido ha sucedido como estaba escrito y, algo que es sumamente importante: ustedes son testigos de estas cosas.

Un testigo está llamado a dar testimonio. El Señor nos compromete a eso. Ustedes saben, ustedes conocen, porque lo han visto…están llamados a darlo a conocer, a testificar, a llevar la Buena Nueva, a evangelizar. Este es un mandado, es nuestro DEBER. Como dice el documento de nuestros obispos en Aparecida: NO ES OPCIONAL.

Esto quiere decir, en mi modesto entender, que por ello seremos juzgados, que de eso se nos pedirá cuentas; que de esta forma podemos dar muestra concreta de amor, es decir si con nuestros actos EVANGELIZAMOS. ¿Y cómo podemos evangelizar al mundo con nuestros actos? Pues siendo verdaderos cristianos…Y, ¿Qué hace un verdadero cristiano? ¿Cómo se puede reconocer a un verdadero cristiano? No por lo que dice, ciertamente, si no por lo que hace.

Un verdadero cristiano es un hombre de paz. Un hombre que lleva y da la paz, tal como lo hizo el Señor. No es por costumbre o un mero modismo, que Jesús saluda de este modo a sus discípulos a penas los ve: “La paz con vosotros”. Es que para quien ha comprendido el mensaje, para quien ha sido testigo de todo esto que el Señor resume con las siguientes palabras: “Éstas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí’”. Para quien ha entendido el mensaje del Señor, decía, no puede haber sino paz; la paz de quien ha resuelto todos los nudos, de quien ha encontrado por el fin el Camino, de quien ha encontrado explicación y sentido a la Vida. Es Cristo, su vida, muerte y resurrección quien da sentido a nuestras vidas…Quien ha sido testigo, y quien realmente lo ha comprendido, deber tener la paz del Señor y debe darla.

Tener la paz del Señor y darla implica hacer un alto en el camino, hacer una reingienería total a nuestras vidas y mirar el mundo con otros ojos. Implica poner primero el amor. Esto quiere decir, empezando desde este momento, desde este segundo, poner a nuestros hermanos en primer lugar y vivir para dar antes que para recibir. Dar, amar, quiere decir desprenderse. Es cambiar totalmente el eje central de nuestras vidas y por ende, todos nuestros planes y proyectos. Es vivir hoy y cada día como un verdadero cristiano, y esto sólo se logra si cada día, a cada instante, todo el tiempo amas. ¿Cómo? ¿A quién? Empezando por quien está a tu lado y siguiendo con cada creatura que vayas encontrando en este tu día. Todos tienen que saber de Cristo. La noticia es urgente, es prioritaria, no puede esperar. La darás a conocer no con bonitas y rebuscadas palabras, sino con tu vida, con tus actos, con tus actitudes, con tu proceder cotidiano, a cada instante.


Oremos:

Señor ayúdame a caminar por este mundo siendo tu testigo. Dame el valor para anunciarte en cada uno de mis actos, con cada gesto, desde que amanece hasta que termine el día. Que vaya derramando paz y amor por donde pase. Que no necesite abrir la boca para que te reconozcan y si en todo caso habré de hacerlo, que sólo sea para proclamarte. ¡Dame tu paz y tu amor!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 15 de abril de 2009

Reflexión: Lc 24,13-35

Lc 24,13-35

Son nuestros gestos, nuestras actitudes, nuestras acciones, las que deben permitir conocernos, las que deben distinguirnos, más que nuestras palabras. Esto les pasó a los discípulos de Emaus. No pudieron reconocer a Jesús que caminaba con ellos, ni si quiera cuando venía explicándoles tan detalladamente las escrituras…Fue tan solo al partir el pan que finalmente lo vieron.

¿Cuál es la lección? Creo que es obvio que si queremos que nos reconozcan, que sepan quienes somos, qué somos, a quién seguimos, lo que decimos debemos acompañarlo de gestos y acciones reales. No basta hablar, aunque las palabras sean sabias y digan verdad. Lo importante es que estas palabras estén acompañadas por acciones coherentes, imitables, que lleven a la conclusión que no hay duda, que hacemos lo que predicamos. De otro modo, todo puede quedar en pura palabrería hueca, de aquella que viene el viento y se lleva.

Me parece importante que lo reconozcan, lo reconozcamos y nos reconozcan por estas dos cosas: bendecir el pan…es decir agradecer a Dios por todo lo que recibimos de palabra y de obra, porque acto seguido, lo compartió…se los dio. Eso es lo que espera el Señor de nosotros: que sepamos agradecer y compartir. Compartir siempre…por más poco que nos parezca tener. Nadie tiene tan poco que no tenga algo que compartir…y el que comparte, recibe de Dios con creces lo que dio.

Debemos ser generosos y solidarios. Generosos, dando no de lo que nos sobra, sino de aquello que incluso nos hace falta, poniendo primero a los demás. Poniendo a nuestro prójimo antes que nosotros. Lo que voy a comer, primero lo fracciono y luego lo reparto. No primero veo cuanto hay, saco mi parte y lo que sobra lo entrego. ¡No! Sin embargo eso es lo que hacemos siempre ¿o no?


Oremos:

Señor dame un corazón generoso como el de Jesús, que no piense primero en mi satisfacción, en saciarme para después repartir lo que me sobra…Que por el contrario, este siempre dispuesto a compartir lo que tengo, aun antes de hacer ningún cálculo. Si lo tengo, es de cuantos están conmigo y si no hay nadie, voy y los busco, los acompaño, estoy con ellos, los escucho…y sobre todo, comparto.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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martes, 14 de abril de 2009

Reflexión: Jn 20,11-18

Jn 20,11-18

Esta vez nos encontramos ante el encuentro de una desconcertada María Magdalena con Jesús Resucitado, narrado por Juan. Me llama la atención como a veces no queremos ver lo evidente. Nuestra incredulidad nos ciega. No me explico de qué otro modo María pregunta a los ángeles por Jesús y no se da cuenta que son ángeles, y que por lo tanto estaba en presencia de algo extraordinario. Incluso inicialmente tampoco es capaz de ver a Jesús. Es solo una vez que Jesús habla por segunda vez diciendo el nombre de María, que recién ella cae en cuenta que hablaba con el mismo Jesús.

Nos desconcertamos, no lo podemos creer. Eso nos pasa ante semejante honor. ¿Quién somos nosotros para que Jesús muera por nosotros? ¿Quién para que resucite y venga y nos llame por nuestro nombre? Y sin embargo Jesús a muerto y resucitado por nosotros, sellando definitivamente la alianza con nuestro Padre. Por eso dice: “vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”.

Las palabras del Señor tienen definitivamente otro acento. Estamos frente al Cristo Resucitado. Todo ha cambiado. Se ha inaugurado una nueva etapa. El Universo es otro. Hemos sido definitivamente, eternamente Reconciliados con nuestro Padre. Jesús ha sido el puente. Jesús nos ha rescatado. Jesús ha ganado para nosotros un espacio a su lado, como sus Hermanos. Nos ha convertido den Herederos del Reino.

¿Por qué? ¿Qué merecimiento hemos hecho? ¿Cuál de nuestras acciones o actitudes a valido tal distinción, tal sacrificio, tal premio? ¡Ninguna! ¡Esa es la más grande lección, que no alcanzamos a comprender, que nos resistimos a entender, a aceptar! Todo ha sido hecho por Amor. Así de simple. Él nos ha amado primero, antes que abriéramos la boca, antes que existiéramos…Él nos amó desde siempre, y quiere que nos reunamos con él. Eso es lo que Él quiere, eso es lo que Él nos propone..Y, tú ¿qué quieres?


Oremos:

Señor mío Jesucristo, gracias por tanto amor. Gracias por todo lo que me haz querido dar. Gracias por todo. Soy indigno de tanto, sin embargo, con tu ayuda puedo tratar de alcanzar algún merecimiento…puedo tratar de llevar una vida más justa, más comprometida con mis hermanos, para que ellos te conozcan y gocen de la misma alegría que tu ahora me das a conocer. Una palabra tuya bastará para salvarme.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 13 de abril de 2009

Reflexión: Mt 28,8-15

Mt 28,8-15

Para disipar toda duda Jesús se presenta a las mujeres que habían ido a ver su tumba y no lo habían encontrado y les da un importante mensaje: “No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. El triunfo definitivo sobre la muerte había sido sellado…

Sin embargo, como ocurre en todo crimen, los que lo habían consentido y cometido estaban dispuestos a sostener lo que habían hecho, aun por sobre las evidencias. Testarudamente tratan de ocultar la verdad, de distorsionar los hechos, comprando voluntades y conciencias…y, así lamentablemente lo logran. No causan efecto para siempre, ni con todos, porque la verdad siempre termina por imponerse y triunfar. Pero es notable como la maldad siempre encuentra aliados, gente dispuesta a colaborar. Es claro, viven en la sombra, en la oscuridad, donde obtienen pingües ganancias y privilegios, que no están dispuestos a perder, así que, si es preciso están dispuestos a sobornar a quien sea, con tal de mantener su situación. Y lo peor es que con el tiempo ellos mismos se llegan a creer sus mentiras.

¿Cuántas veces con nuestros actos, con nuestro proceder, nos convertimos en cómplices de estos cínicos, mentirosos? ¿Cuántas veces nuestra actitud, nuestras obras comunican a nuestros hermanos que no hay esperanza, que la muerte, la mentira, el crimen, el temor y la persecución han triunfado sobre la verdad?

¿Somos portadores de la Buena Nueva? ¿Somos portadores de esperanza? ¿Llevamos alegría a los corazones de los que sufren? ¿O somos más bien de los tremendista, de los derrotistas, de los pesimistas que nunca encuentran salida a nada, que creen que todo está perdido, que no hay nada que hacer?


Oremos:

Señor, ayúdanos a cambiar, a luchar contra nuestro carácter siempre negativo y triste. Ayúdanos a ser portadores de la Buena Nueva de la Resurrección. Que nuestra presencia baste para dar ánimos a quienes se siente afligidos, derrotados, acabados. Que seamos portadores de paz, de tú paz y de una alegría verdadera, basada en el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte, en el perdón de nuestros pecados y en la salvación eterna.



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 12 de abril de 2009

Reflexión: Mc 16,1-7

Mc 16,1-7

Tal como debía suceder, fueron a su tumba y no lo encontraron. Hasta ese momento todo era desolación entre los discípulos. Podemos imaginarlos sumamente deprimidos, preguntándose seguramente qué podrían haber hecho y tratando de olvidar todo aquello que Jesús les había dicho tantas veces sobre su resurrección. Jesús estaba muerto y no había nada que hacer. Habían muchos misterios en su vida…Las cosas que había hecho fueron realmente asombrosas…Pero ¿quién podía contra la muerte? Todo parecía un capítulo cerrado. Una experiencia extraordinaria, ciertamente, como la del Mar Rojo o el Maná del Cielo, que habría de recordarse por siglos, pero que allí había terminado.

Todavía seguían especulando, seguramente, sobre quién había retirado de su tumba el cuerpo de Jesús. Pero este joven con túnica blanca viene a inquietarlos con unas palabras que todavía les costaba entender. No podían creerlo…¿Quién era este joven? Y, qué es eso de “que Él irá antes que vosotras a Galilea; allí lo veréis, como Él os lo había dicho”.

El corazón debió saltárseles hasta la boca. Estaban en presencia de algo extraordinario. Algo que no había pasado antes, ni volvería a pasar jamás. Su intuición se lo venía diciendo…No podía ser otra cosa. ¿Será que Resucitó?

Este es el gran misterio que confirma nuestra fe. Jesús, Hijo del Padre, salió triunfante sobre la muerte, tal como tantas veces antes lo había dicho. No hablaba en sentido figurado; no había que hacer interpretaciones al respecto. Sólo había que creerle. Y creerle todo. Seguirlo hasta el fin. El Camino estaba trazado. Las puertas del Cielo se abrieron también para nosotros. Dios nos espera con los brazos abiertos. Él, que nos amó primero, nos ha perdonado. La vida y la muerte ahora tienen sentido.


Oremos:

Padre Santo, te bendecimos y adoramos, que por tu inmensa Gracia quisiste que tu Hijo bien amado fuera entregado, muerto y sepultado para el perdón de todos nuestros pecados, y que resucitara redimiéndonos de toda culpa y ganando para nosotros un lugar a tu lado.



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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viernes, 10 de abril de 2009

Reflexión: Jn 18,1—19,42

Jn 18,1—19,42

Todo ocurre conforme estaba escrito, hasta el último suspiro. De nada se retracta y muere sólo y abandonado por todos. Luego de haberlo visto tantas veces antes escabulléndose, evadiendo a cuantos quería atraparle y ajusticiarlo, llegada la hora, está ahí, cargando con su cruz, hasta la muerte.

¿Qué fue de todos los que había curado? ¿Qué de todos cuanto le habían oído y creído? ¿Qué fue de las muchedumbres que le seguían? ¡Hasta Pedro, el discípulo al que tantas veces antes había distinguido Jesús, el que tantas veces había proclamado que lo seguiría a donde fuera, hasta él lo abandono…! ¡No sólo lo abandono, sino que incluso lo negó!

Entre sus discípulos, entre sus más allegado estuvo el que lo traicionó. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo fue que todos cambiaron hasta el extremo de mostrar tal grado de desamor e indiferencia, cuando no odio? Razonablemente no lo puedo explicar. Tal vez todos se acobardaron como nos sucede tantas veces, cuando sentimos que llevamos las de perder. O quizás se cansaron de esperar una respuesta enérgica, fulminante de Jesús. Si había mostrado tanto poder sobre las enfermedades, sobre las fuerzas naturales, incluso sobre la muerte…¿por qué no vencía a sus enemigos o se libraba de ellos? ¿Bastaría con un chasquido de sus dedos para vencerlos y atraería a todo el mundo tras Él de nuevo y quizás con más fuerza, pues se habría impuesto finalmente como el Rey de los Judíos que todos esperaban, aquél que los libraría de la opresión Romana.

Pero no. Jesús desconcierta a todos. A Judas, que termina por entregarlo; a Pedro que lo niega tres veces; al pueblo que pide que lo crucifique; a Pilatos, que no encuentra culpa en él…

Es que Jesús es el Rey de un Reino que no es de este mundo y en el que sin embargo todos estamos invitados a participar.


Oremos:

Señor, no soy digno que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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jueves, 9 de abril de 2009

Reflexión: Jn 13,1-15

Jn 13,1-15

“…sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía…” Todo se había cumplido y llegaba el momento de culminar su Misión. Cuanto más se acerca la hora, uno que va siguiendo paso a paso lo que viene ocurriendo con Jesús, no puede dejar de preguntarse por qué. ¿No había otra salida? Cuando tratamos de ponernos en su lugar, no deja de martillarnos buscar el modo de evadir este final. El panorama que vemos por delante es angustiante y doloroso. No podemos evitar estos sentimientos, acompañados de ansiedad…¿Hasta dónde? ¿No podía ser de otro modo? Jesús sabe que no, aunque nosotros no lo comprendamos.

Nos amó hasta el extremo, sin medida, sin límite. Más allá, imposible. ¿Qué más se puede hacer que entregar la vida misma? ¡Y en qué forma! No acudió a cualquier método que le hubiera podido causar la muerte instantánea y sin dolor…Como si fuera poco, se sometió a toda clase de maltratos y humillaciones, insultos y vejaciones, sin juicio alguno, más allá que el reclamo de la turba, fue entregado para que se ensañaran con Él.

Todo esto tenía que pasar para que creamos que es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador. Todavía queda tiempo para un gesto más y mientras puede, no duda en realizarlo. Toda su vida había estado al servicio de los demás y es lo que reclama de nosotros, que le sigamos, que hagamos como Él, que sigamos el ejemplo. Siendo el primero, el más importante, no tiene ningún reparo en desarrollar el oficio más humilde, como es el de lavarles los pies a sus discípulos. Este gesto entraña un profundo simbolismo, que va más allá del hecho, de por sí, humillante. ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a tener esta atención con nuestros sirvientes, con nuestros empleados? ¿No estamos siempre esperando que más bien nos sirvan, que nos atiendan, que se desvivan por tratarnos bien? ¿Normalmente no esperamos el comportamiento contrario? Eso es lo que reclama Pedro…¿Cómo Tú me vas a lavar los pies a mi?

Pero aun sin entenderlo, a Pedro le bastaron las palabras de Jesús. Si Tú lo dices, ha de ser así…Me someto. Pero no es el lavado en sí lo que es necesario, por eso el Señor le responde a Pedro, que está dispuesto a que lo laven todo. “El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Lo importante aquí es el servicio, la disposición. El que manda, el que dirige, el que lidera, el que sabe, debe estar al servicio de los demás. No reclamemos privilegios, antes bien, estemos atentos a las necesidades de los demás, los más pobres, los más humildes.



Oremos:

Señor dame esa sencillez, esa humildad para servirte en cada momento de mi vida. Que no me ponga a esperar que me atienda mi mujer, mi hijo, mis amigos…sino que por el contrario esté atento a sus necesidades y procure servirlos con cariño, con amor, aun en lo más simple, en lo más insignificante y sencillo.



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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miércoles, 8 de abril de 2009

Reflexión: Mt 26,14-25

Mt 26,14-25

El evangelio de Mateo nos pone nuevamente frente a la última cena y la traición de Judas. Pero me parece más importante notar que todo se cumplía conforme estaba escrito. Esta era la Voluntad del Padre y había que llegar al final, pues era la única forma de salvarnos. No había otra. Creo que es algo en lo que tenemos que meditar…No comprendemos el misterio del sacrificio de la cruz, sin embargo no es algo que ocurre en forma fortuita…Dios en su infinita sabiduría determinó que no había otra forma, otro camino a través del cual podríamos llegar finalmente a entender quien era Jesús, quien era el mismo –Dios Padre- y para que había venido. Toda su vida, incluyendo su sacrificio en la cruz tienen sentido, y con su resurrección están orientados a enseñarnos que es posible vivir en el amor, que existe un amor sin límites y que nosotros somos capaces de adherir libremente a él…que hay un Camino trazado para nuestra salvación, que hay una esperanza y que esta ha sido abierta por Cristo Jesús, el Hijo amado, el Hijo Único de Dios Padre.

La condenación viene para todos aquellos que libremente escogemos traicionarlo, venderlo por unas cuantas monedas. Como Judas, ¿cuántos de nosotros traicionamos nuestros principios, dejamos pasar las cosas, consentimos el pecado, solamente por mantener nuestra comodidad, nuestro bienestar egoísta? Cuatro reales son suficientes para que pongamos en juego la vida eterna y la perdamos.

Eso es lo que tenemos que entender. Dios Padre nos ha hecho libres y ha querido que sigamos siéndolo. Por medio de su Hijo Jesucristo, nos ha propuesto un Camino, el Camino de la Verdad, la Luz y la Vida…Pero somos libres de seguirlo. Nuestra condenación está precisamente en que conociendo -como Judas- el Camino, no siempre fácil, no siempre exento de dolor y sufrimiento, preferimos andar en la sombra, allí donde todo PARECE acomodarse a nuestro favor. Somos capaces de cualquier cosa con tal de no llegar al sacrificio por nadie, por más mínimo que este sea. Vivimos solo para nosotros y si en algún momento damos, es de lo que nos sobra o es porque nos conviene que así sea, porque satisfechos algunos de los que nos rodean, nos tratarán mejor, lograremos más…No sabemos lo que es dar, y mucho menos comprendemos lo que significa la donación total de nuestras personas, sin esperar nada a cambio…eso es el verdadero amor, eso es lo que Cristo nos enseña.

Este camino de amor es el que Dios pactó con la humanidad desde el antiguo testamento. Por eso hoy, todo tiene que cumplirse, exactamente como fue planeado, pues Jesús tendrá que llegar hasta el fin, para que nosotros comprendamos, solamente así podrá salvarnos. De allí que no importe quien era “fulano”. Quien fuera, consentiría en aceptar que Jesús llegara a celebrar la Pascua con sus discípulos. Así tenía que ser.


Oremos:

Señor permite que por el misterio de la cruz lleguemos a la comprensión del infinito amor que nos tuviste desde siempre, y que hagamos de nuestra vida una permanente donación a los demás. Que busquemos aliviar las penas de nuestros hermanos, antes que las nuestras. Alegrarles el día con una palabra, con un gesto y llegado el momento, con una obra. Que todo esto lo hagamos por ti, sin escatimar esfuerzo ni sacrificio alguno. Que comprendamos que solo tiene sentido una vida cuando se dedica completamente al amor. Y el amor no tiene límites…no tiene horario, ni mejor ocasión, ni mejor lugar, ni descanso…



Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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martes, 7 de abril de 2009

Reflexión: Jn 13,21-33.36-38

Jn 13,21-33.36-38

Hay cosas que tienen que pasar de todas maneras, nos guste o no. Frente a ellas, lo mejor es adoptar una posición ecuánime, serena. “Al mal paso, darle prisa”, como se dice. Aunque los discípulos no pueden comprender muy bien lo que ocurrirá, el Señor sabe qué es lo que sigue a estos momentos y sabe que no será nada grato, por el contrario, será humillante y doloroso. Traicionado por uno de los suyos, “el que tenía la bolsa”, el “tesorero” y negado por el que parecía su más sólido seguidor. Debilidad y miseria humanas. Pese a ellas y aún conociéndola o quizás debíamos decir, precisamente por ellas, el Señor sabe que tiene que seguir hasta el fondo, hasta el final, aun cuando tenga que ir solo, aun cuando sea abandonado por todos…Tendrá que llegar hasta la muerte…Pero no una muerte, rápida como muchos la deseamos, sino que habrá de pasar por maltratos, escupitajos, empujones, desprecio y humillación. Lo llevarán de aquí para allá, lo zarandearán y tendrá que llevar su propia cruz, la cruz en la que finalmente, luego de la tortura de la crucifixión, entregará su Vida al Padre.

Eso es lo que está viviendo Jesús en este momento, pero no se corre. Y tampoco hay visos de desprecio por sus discípulos, aun anticipando su cobardía. Es que sabe que todo esto tiene que pasar, para que se cumplan las escrituras, tal como lo venía anunciando en toda su predicación. El es nuestro Salvador, nuestro Redentor. Sabe así mismo, que luego contaremos con la fortaleza del Espíritu Santo, porque Dios es Uno y Trino. Porque luego de su tiempo, vendrá y habitará entre nosotros el Espíritu Santo. El nos dará la fuerza, la sabiduría y el valor para seguirle, por eso dice: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde”.



Oremos:

Señor aparta de nosotros todo mezquindad, haznos comprensivos y no permitas que juzguemos a nuestros hermanos, antes bien, que procuremos siempre el bien, a ejemplo tuyo.

Que estemos siempre dispuestos a compartir lo mejor que tenemos con los más necesitados y también con tus misioneros, que a veces, de dar tanto, no se han guardado nada para sí y requieren de un descanso, de un alivio, de una palabra amable, de un gesto de cariño, de comprensión y amor. Son humanos como nosotros…a veces lo olvidamos.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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Reflexiones de HOY