Roguemos al Señor - últimas reflexiones

Aldila - Oficial

martes, 31 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 8,21-30


Por algún motivo que desconozco absolutamente, anoche soñé que estaba condenado a muerte. Iba a ser decapitado. Recuerdo que sentía que era injusto, que me parecía una pena desproporcionada, pero que no había nada que pudiera hacer. La sentencia había sido dictada y junto con otros dos hombres, cuyos rostros y nombres no recuerdo, pero con los que me unía cierta familiaridad, debía ser ejecutado. Recuerdo que por algún motivo, obnubilados por la angustia y la desesperación, ante el hecho inminente, finalmente decidí que sería el primero…Por alguien tenían que empezar y no corría ningún apuro, con tal que la sentencia se cumpliera antes de la puesta de sol. Luego de tal decisión y pasados los segundos de paz que me trajo, nuevamente entré en desesperación, ante el fin inminente. No podía creer que estuviera enfrentando el fin de mi vida. Eso era todo, allí terminaría. Luego, la oscuridad total o tal vez el dolor eterno de la muerte, de mi propia muerte…¿Quién sabía? ¿Quién podía decírmelo? ¿A quién podía creerle? Buscaba desesperadamente a alguien que me dijera, que me asegurara que todo pasaría en un instante y que luego todo sería paz, mientras esperaba probablemente el Juicio Final. Sin embargo vino a mi mente la escena en la que mi cabeza se desprendía de mi cuerpo. Sería tal vez algo como la sacada de una muela pero sin anestesia…algo muchísimo más intenso y doloroso que aquello…¿Cuánto duraría? Y mientras tanto toda la sangre se agolparía en mi cuello y empezaría a derramarse a borbotones. Tal vez trataría de respirar, de inhalar oxígeno, mientras sentía que era imposible, que no había ningún esfuerzo que pudiera hacer que me brindara el poco de aliento necesario para seguir viviendo y sentía la desesperación de ahogarme, de asfixiarme. ¿Cuánto duraría? ¿Cuánto tiempo permanecería consciente de todo aquello? ¿Y después, qué? ¿Le avisaría a mi esposa o tal vez era mejor que no lo supiera hasta después, cuando nada era ya posible? ¿Lo sabía? No se por qué tenía la sensación que todos lo sabían, pero lo aceptaban con indiferencia, como algo que tenía que ocurrir de todas maneras y no había modo de impedirlo, ni tenía sentido si quiera el tratar de evitarlo. Así era.

El Señor es el único que puede traernos consuelo. Él ha vencido a la muerte y para probarnos que Él ha venido a darnos vida eterna, se enfrentará a un destino similar al que soñé anoche, pero al tercer día resucitará. Lo hará en cumplimiento de la Misión que el Padre le ha encomendado. Por Él, en su infinita sabiduría nos conoce y sabe que será necesario llegar a ese extremo para salvarnos, porque no habrá otro modo que comprendamos y decidamos seguirlo libremente. Tendrá que morir en la cruz para salvarnos. Solo así se dará cumplimiento a las escrituras; solo así creeremos.



Oremos:

Señor, dame la fe suficiente y necesaria para creer en Ti y seguirte hasta la muerte, sabiendo que quien pierde la vida por Ti la ganará, en cambio quien la cuida y no es capaz de sacrificarla, la perderá. Por que hasta ese extremo nos amaste y nos enseñaste a amar.

Haznos un instrumento de tu Fe. Que seas Tú quien viva en nosotros.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 30 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 8,1-11


Qué rápidos somos para juzgar y condenar a todos, sin embargo, cuando se trata de nosotros mismos, pedimos clemencia y comprensión. Así nos lo hace notar hoy Jesús. Finalmente nadie se atrevió a apedrear a la adúltera, pues todos vieron en su interior y se encontraron que no eran dignos de juzgar e impartir tamaña pena.

¡Qué proclives somos a juzgar y condenar a nuestros hermanos! No les queremos pasar una…no se la perdonamos. Debemos aprender a actuar con un poco más de tino. Ser más lentos a la cólera y más compasivos. No podemos pretender ser más papistas que el Papa. Aprendamos de Jesús…Si nosotros merecemos una segunda oportunidad, si el Señor nos la da una y otra vez…¿Por qué nosotros no somos capaces de perdonar? Además…¿Quién somos nosotros para condenar y encima ejecutar a alguien?

Seamos severos y exigentes con nosotros mismos y estemos dispuestos siempre a perdonar a nuestros hermanos, orando por ellos y sabiendo que si Dios quiere habrá siempre esperanza en sus vidas y podrán cambiar. Mientras haya vida, siempre habrá la posibilidad. Nosotros no somos nadie para negárselas.

Oremos:

Señor, haznos más prestos a perdonar que a juzgar y condenar. Que no olvidemos que con la misma vara que medimos, seremos medidos.

Gracias por tu perdón y compasión. Gracias por darnos una nueva oportunidad. Amén.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 29 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 12,20-33


Como muy pocas veces en los evangelios, encontramos a un Jesús cuya situación emocional me conmueve. No se describirla. No es preocupación lo que tiene. Es quizás algo de ansiedad por la hora que sabe llega. Él mismo lo dice: “Ahora mi alma está turbada”. Aquí nos revela su naturaleza profundamente humana. Pero acto seguido nos muestra la fortaleza, el valor y la firmeza de quien desde siempre supo cual era su misión, y no la abandona, ni la abandonará hasta el fin. “Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre”.

Para dar frutos debemos ser capaces de llegar hasta el extremo. Sólo se da frutos muriendo. Debemos amar tanto, vivir tan intensamente, afrontar tan decididamente nuestra misión, que en su cumplimiento se nos vaya la vida. No debe haber ningún obstáculo que nos lo impida, que nos amilane, pues aun la muerte misma podrá hacernos nada, si estamos decididos. Además, el que muere empeñado en su misión, el que da su vida por ella, ese dará mucho fruto.

Tenemos que desinstalarnos, dejar la comodidad, dejar la autosatisfacción personal…la búsqueda constante de gratificación, de premio, de descanso, de comprensión, de misericordia, de compasión…Enfrentemos con valentía y decisión nuestra vida…¡Hagámonos cargo de las riendas y conduzcámosla por el camino que se nos ha señalado, sin temor, confiados en Jesús, que el sabrá darnos el coraje y fortaleza en los momentos difíciles, porque Él ha vencido al mundo y esa es nuestra mejor y mayor garantía que finalmente habremos de llegar a aquello que terminará por dar sentido a nuestra vida: los frutos.

Estamos llamados a dar mucho fruto. ¡No nos corramos de ello! Enfrentemos cada situación que nos toca, con la frente en alto y con el valor que proviene de Dios. ¡Al llegar el puente, lo cruzaremos!


Oremos:

Señor, danos el valor y decisión que hoy nos muestras, para seguirte por encima de todo, siempre fieles, leales y enérgicos. Sabiendo que la misión que Tú nos has deparado es muy alta, está por encima de todo y la lograremos si con sencillez y coraje alcanzamos guiar a alguno de los hermanos que nos has puesto en el camino. ¡Que no flaqueemos, Señor! ¡Fortalece nuestro espíritu! ¡Que no nos contentemos, que no nos demos por vencido, que perseveremos!


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 28 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 7,40-53


Como dice aquél refrán, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. La duda ya se había apoderado de sacerdotes y fariseos. Así tenía que ser, para que se cumplieran las escrituras. Se acerca el día en que habrán de crucificarle.

Los evangelios se han encargado ya de aclararnos que Jesús procede de David, porque el mismo lo ha dicho a cuantos han querido escucharle, y no ha dicho nada distinto a lo que ya estaba anunciado en el Antiguo Testamento. Pero ni sacerdotes, ni fariseos se han dejado conmover. Es que este Cristo es incómodo. Llega a través de los pobres y humildes y no a través de ellos que representan la autoridad, el poder. Ellos que constituyen la “aristocracia” dentro de su sociedad, que son los que gozan de prestigio, de una buena posición económica.

¿Por qué este Jesús no viene con su trono y corona por donde según sacerdotes y fariseos corresponde? ¿Por qué no ha ido a buscar y convencer a ellos primero? Eso es lo que les molesta…¿Cómo puede venir de esta “chusma” el salvador?

Y es que el que mucho tiene, el instalado, defiende las estructuras, el estatus quo, porque le conviene que las cosas permanezcan así, porque de este modo mantiene sus privilegios. Es el egoísmo y la comodidad del que más tiene, del que se aferra a lo que tiene como lo más importante, como algo sin lo cual no podría vivir…Está ahí el origen de su ceguera. Finalmente, si seguimos escarbando, llegamos a la soberbia, al orgullo…El querer ser como Dios, y estar por sobre todo, sobre el dolor, la pobreza, la injusticia, el hambre y cuanta necesidad agobia a nuestros hermanos. El estar por encima de todo e indiferente a todos. Ese es el gran pecado del que todo lo tiene: la idolatría. Vale más todo lo que tiene que su vida misma…o al menos eso es lo que cree, por ello no está dispuesto a ceder un centímetro. Por eso este Dios, este “miserable” no puede ser su Dios, el Mesías, el Salvador. Un zarrapastroso de Galilea no puede ser el Salvador.

Sus corazones ya estaban cerrados completamente. Vino la luz, pero no quisieron verla, prefirieron caminar en la sombra. Eso es todo. Así de simple.


Oremos:

Señor, no permitas que nos ciegue el poder, la vanidad, la riqueza, la comodidad. Que no prefiramos las sombras a tu luz. Que entendamos que es a través de nuestros hermanos que llegaremos a ti y que por tanto no podemos descansar mientras haya hambre, miseria e injusticia. Amén.

Que no reclamemos privilegios para nosotros, sino que seamos humildes siervos tuyos siempre, donde nos toque servirte.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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viernes, 27 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 7,1-2.10.14.25-30


Se acerca la hora y el día. Jesús lo sabe. Sin embargo, mientras no llegue, pasará de incognito y seguirá predicando en el templo, para aquellos que quieren oírle y sin temor de hacer las aclaraciones necesarias a los cobardes que no se atreven a atraparle.

Creo encontrar aquí una lección de astucia destinada a seguir cumpliendo con su misión hasta que llegue el final. Quiere decir que debemos emplear los medios a nuestros alcancen para liberarnos del enemigo, de nuestro opresor, de nuestro perseguidor, con tal de seguir con aquello que se nos ha encomendado, sin dejar de proclamar la verdad, La Palabra del Señor, que para eso hemos sido enviados.

Siempre habrá forma de llegar a nuestros hermanos. Nuestros esfuerzos deben estar dirigidos a encontrarlos, mientras estemos a tiempo. Y, mientras hay vida hay esperanza, así que mientras tengamos un halito de vida, estaremos a tiempo. Nunca es tarde. Empecemos ahora.


Oremos:

Querido Señor, permítenos ser fieles hasta el fin. Que aun en el lecho de muerte busquemos cómo podemos servirte. Que no desmayemos en nuestra misión, como Tú, para ejemplo de nuestros hermanos.

Tú nos has mandado a ser luz, a iluminar el camino. Que así sea mientras tengamos vida, Amén.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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jueves, 26 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 5,31-47


En todo este pasaje me parece que sobre lo que el Señor nos llama a reflexionar es sobre un elemento más que debemos tener en cuenta para creerle, ya que no nos bastan sus palabras, ni sus milagros. Toda la historia del Antiguo Testamento da cuenta de Él, de Su Padre, Dios, de su venida y su misión. Por ello dice que quien nos acusará delante del Padre será Moisés.

Jesús y el Nuevo testamento hacen alusiones a cada instante a las escrituras, con la intención de hacernos notar algo que es sumamente importante y que quizás por la distancia de estos hechos, pasamos de modo desapercibido y rápido. Casi ni lo tomamos en cuenta. No dejan de asombrarnos los milagros que hace aquí y allá, pero no caemos en cuenta de quién está tras ellos.

Jesús, su vida y su obra, la redención del mundo, está inscrito en la historia sagrada. Es de Él de quien hablan los profetas muchísimos siglos antes. Este “pequeño detalle”, que en las lecturas de estas fechas de uno u otro modo se viene resaltando es el que pasa desapercibido para nosotros. Y, es, podríamos decir, el milagro que precede a todos los milagros de los que se da cuenta en el Nuevo Testamento. Jesús no aparece de pronto en la historia, sino que es anunciado con mucha anticipación. María es la esposa de José, cuya genealogía llega hasta David, lo que no es casual. Tenía que ser así, para que se cumplan las escrituras…


Oremos:

Permítenos manifestar nuestra fe con nuestra vida, con nuestro proceder, con nuestras actitudes, con nuestros actos. Transfórmanos para que seamos tus verdaderos testigos, para que con nuestra vida demos testimonio de Ti.

Aparta de nosotros la soberbia, que es el principal enemigo, el principal obstáculo para encontrarte en nuestras vidas.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 25 de marzo de 2009

Reflexión: Lc 1,26-38


Hermoso pasaje del evangelio en el que se nos narra cómo fue concebido Jesús, nuestro Salvador. La sencillez, transparencia, pureza y humildad de María son realmente conmovedoras. Sin embargo, lo más importante es el Sí de María. Un Sí que la habrá de acompañar por el resto de su vida y del que jamás renegará. Un Sí que, a su corta edad, venía anticipado por una vida llena de Gracia y que se mantendría así para siempre. Un Sí que demuestra una fe inquebrantable, en la que no hay dudas, ni retroceso alguno posible.

“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Son palabras ejemplares que ojala pudiéramos recitar cada mañana renovando nuestro compromiso con Jesús. Es el mejor ejemplo del abandono total y pleno, de la entrega sin reparos a lo que Dios pueda disponer. Toma nuestra Vida entera, a Ti te la damos…haz de ella lo que sea Tú Voluntad. Haznos un instrumento de tu fe, diría San Francisco.

Que seas Tú y no yo quien viva en mi. No puede haber mayor acto de fe. Ahora se trata de transformar en hechos estas palabras, que pueden ser muy poéticas, pero huecas, si no se llevan a la práctica.


Oremos:

Señor, danos el valor, la decisión, el coraje y la perseverancia para entregarnos plenamente a Ti, sin rodeos, sin regateos, sin cortapisas. Haz que a ejemplo de María demos un Sí para siempre, que nos convierta en referente, en roca, en camino para nuestros hermanos. Que encuentren en nosotros consuelo y no lamentaciones, ni mucho menos dudas. Que seamos firmes y claros.

Que no por eso dejemos de ser humildes, sencillos. Porque tu verdad, La Verdad, ha sido revelada a los más humildes, a los pobres, a los niños, a los de corazón puro. Que nos hagamos merecedoras de ella y que la irradiemos al mundo.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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martes, 24 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 5,1-3.5-16


¡Que tontos que somos! Cuántas veces actuamos así, reaccionamos así. Pensamos que el hombre ha sido creado para las normas, para las reglas y no al revés, es decir que las normas y reglas deben estar al servicio del hombre, por lo tanto no nos pueden esclavizar ni cegar. Para hacer el bien no existen reglas, ni normas, ni mejores días u horas. Debemos actuar correctamente siempre. Y no podemos ni debemos andar meditando o midiendo si será pertinente ahora, en este momento. La verdad, la bondad deben ser expuestas en el momento y el lugar en que nos percatamos de ellas, en el momento y lugar que se nos solicitan…Incluso, a ejemplo de Jesús, cuando no se nos ha pedido. Basta que nos demos cuenta que son necesarias y que está en nuestras manos el realizarlas, para que sea la mejor hora y el mejor lugar.

Muchas veces tras esta reaccionamos con mezquindad ante el bien realizado por otros, o porque no fuimos nosotros los autores o porque envidiamos al que lo hizo o simplemente porque no nos gusta que otros sean felices. Nos quedamos en lo meramente externo porque nos creemos indispensables o porque no podemos admitir que otros también puedan obrar el bien, pues nos creemos dueños de la verdad y jueces, que debemos decidir cuando está bien y cuando está mal. Y generalmente sólo está bien, cuando nosotros somos los protagonistas, cuando nosotros decidimos el momento y lugar, cuando estamos en control. No podemos permitir ni admitir que otro también pueda hacerlo, algo tendremos que encontrar para condenarle, aunque sólo sea la regla quebrantada.


Oremos:

Señor, haznos generosos y comprensivos. Aparta de nosotros toda mezquindad. Que nos alegre la alegría y felicidad ajenas. Que no condenemos al que hace el bien solo porque no lo hicimos nosotros…

Que no andemos buscando tres pies al gato cuando vemos que nos necesitan. Danos el valor y la decisión de intervenir en el acto.

Haznos fieles defensores de la verdad, del bien y de la vida y que procedamos siempre con coherencia cuando se trata de obrar el bien, poniendo en primer lugar el amor.

Que comprendamos que la vida sólo tiene sentido cuando está dedicada a los demás, a dar felicidad a los demás, a aliviar sus penas, sus dolores, sus problemas allí donde podemos. Haz el bien, sin mirar a quién.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 23 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 4,43-54


Jesús se deja conmover ante las súplicas de este funcionario real. Pero no hay duda que aquí, como antes, el Señor ve el interior de las personas. Así pudo ver la fe con la que este hombre le pedía este milagro. Estaba convencido que si Jesús quería, tenía el poder de sanar a su hijo. De allí su forma de pedir, que si leemos detenidamente pues hasta parece impertinente. A la reflexión que hace Jesús respecto a las señales, el responde insistiendo en su pedido, quizás diciendo: “no busco señales; sé que lo puedes hacer; por favor te pido que lo hagas…”

El Señor, fiel a sus promesas, responde. Al que toca se le abre, el que busca encuentra…El Señor sabe lo que necesitamos aún antes que lo pidamos, pero debemos tener fe para alcanzarlo.

Seamos insistente en pedir, pero mucho más aún en acrecentar nuestra fe. Pero esta es un don , una gracia que nos concede Dios…Entonces vivamos intensamente nuestro cristianismo, sirviendo a los demás, buscando la paz, amando y orando a Dios Padre, reconociéndonos como pecadores hijos suyos, necesitados de su perdón y agradecidos por la redención.


Oremos:

Señor, danos fe del tamaño de un grano de mostaza, para alcanzar la luz, para seguir por tus Caminos. Que no busque ser amado, como amar, ser comprendido como comprender. Que entienda que dando se recibe.

Ayúdame a llevar una vida honesta, limpia, transparente. Que todo el mundo pueda ver y hurgar en ella, sin nada que me avergüence. Dame la gracia del perdón. Perdóname todos mis pecados, límpiame y ponme en tu camino de luz.

Que brille tu luz en mí para guiar a mis hermanos. Que no sea jamás motivo de perdición.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 22 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 3,14-21

Jn 3,14-21

El Señor es exigente. Para andar tras Él, para seguirlo hay que ser capaz de caminar en la luz y a no ser que seamos inconscientes o sin vergüenzas, difícilmente seremos capaces de mostrarnos totalmente desnudos al mundo entero. Quizás habrá quienes lleguen a mostrar su cuerpo, pero ¿cuántos seríamos capaces de mostrar nuestra alma en una función pública, en la que estuvieran invitados, por ejemplo nuestra esposa o esposo, nuestros padres, hermanos, hijos… nuestros compañeros de trabajo? Seguramente no muchos. Yo ciertamente no.

Allí está el juicio dice el Señor. Es decir que por mi vergüenza, por mi incapacidad de andar expuesto a la luz, me escondo en las sombras. ¿Quién nos ha juzgado primero, sino nosotros mismos? Y, en vez de enmendarnos, de limpiarnos, de obrar con transparencia preferimos seguir con nuestros enredos, con nuestras dos caras, con nuestra ambivalencia.

¡Dejémonos de estupideces! ¡Seamos francos, sinceros, abiertos, transparentes, como niños! ¡Basta de gestos, de fruncir el ceño, de falsas posturas, de pretensiones! ¡Seamos sencillos y humildes! No tenemos que ser el centro, los protagonistas sin cuya intervención nada ocurre o todo se hace mal. Confiemos en nuestros hermanos y ante todo en la Providencia Divina. ¡Pongámonos en manos de Dios! y enfrentemos confiados cada día de nuestras vidas, sabiendo que quien en Dios confía nada puede temer y tendremos todo cuanto necesitamos para andar por el Camino de Luz hasta alcanzar la Vida Eterna y ver a Dios. ¡Qué mejor destino!

Si tan sólo llegáramos a comprender o imaginar la inmensa alegría de aquel que es capaz de caminar en la luz, entenderíamos el valor inconmensurable del Sacramento de la Reconciliación, del Perdón. Lo que para ningún hombre sería posible, Dios quiso obsequiarlo a la humanidad entera, a todo aquél que libremente quisiera tomarlo. El Perdón de todos nuestros pecados es posible gracias al sacramento de la Confesión. El Señor ha querido bendecirnos aliviando nuestras penas, purificando nuestras almas y librándonos de toda culpa, para que así, “libres de equipaje”, podamos seguirlo, como plumas al viento.

Gracias Señor por tan inmerecida gracia.


Oremos:

Señor, perdóname todos mis pecados, lávame, límpiame, purifícame. Sé que no merezco la gracia que generosamente has querido obsequiarme. Por ello te pido que me perdones y no permitas que vuelva a caer en pecado, te lo pido por intercesión de la Santa Virgen María, tu Madre y de todos los Santos, que habiéndote encontrado han sabido aquilatarte como el más preciado tesoro y me han enseñado a quererte así.

Señor, no permitas que como un necio vuelva a caer, que me deje llevar, que me deje arrastrar. “¡Qué bien se está aquí!” No permitas que me pierda, que me aleje, que te deje, por el contrario acércame más, más y más…¡Quiero andar por tu Camino!

Déjame decirte junto con Santa Teresa: “quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

sábado, 21 de marzo de 2009

Reflexión: Lc 18,9-14


Jesús nos señala y advierte sobre el gran peligro de creernos los únicos, los perfectos, los poseedores de la verdad, despreciando a los demás, por considerarlos inferiores o en todo caso con una capacidad y un tono espiritual inferior al nuestro. Pues de esa actitud, como de toda actitud egoísta y vanidosa debemos huir. Nosotros debemos ser siempre humildes y debemos rogar al Señor que nos de auténtica humildad, no aquella externa, aparente, destinada a engañar a quienes nos rodean, mientras por dentro nos vanagloriamos de nuestras cualidades y excelsas virtudes.

El problema no es sólo que nos creemos algo que no es verdad, que no es cierto, sino que encima esta actitud se convierte en un obstáculo para nuestra conversión. Claro, si somos tan perfectos, si somos tan virtuosos, no dejamos espacio a la autocrítica, a la superación, al cuestionamiento de nuestros defectos, que seguramente los tenemos en cantidad; el orgullo nos satura y ciega. Así difícilmente enmendaremos nuestro camino y persistiremos en nuestros errores.

Debemos dejar el juicio a Dios. Nosotros debemos limitarnos a servir del mejor modo posible, procurando corregirnos siempre. Debemos acercarnos con humildad a nuestro Padre, reconociéndonos pecadores.


Oremos:

Señor, qué difícil es ser humilde, realmente humilde de corazón, de espíritu, cuando siempre tenemos por dentro el gusanillo aquél del fariseo, que nos anda alagando por nuestros “aciertos”, por nuestra “sabiduría”, por nuestra “claridad” y “lucidez” para ver y juzgar todo. ¡Señor, danos humildad! Humildad para aceptar y entender a nuestros hermanos, para escucharles, para ponernos en su lugar.

Hazme entender que no soy el único bueno, que hay muchos mejores que yo…que los ha habido antes y que los habrá después. Dame un corazón puro, limpio, libre, dócil…amable.

Señor, hazme un instrumento de tu fe, que sólo así participe y opine donde haya que hacerlo, nunca por ganar votos, por ganar prestigio y aceptación.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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viernes, 20 de marzo de 2009

Reflexión: Mc 12,28b-34


Jesús nos presenta el gran resumen de su predicación. No hay más. Es así de simple y sencillo. El problema es que no estamos dispuestos a verlo o no queremos aceptarlo y entonces empezamos a crear argumentaciones que sólo obstaculizan el entendimiento, destinadas a justificar todo aquello que en realidad nos aleja del evangelio.

No estamos dispuestos a sacrificar, a incomodarnos, a dejar todo lo que “atesoramos”, todo lo que nos distingue y nos pone sobre los demás, todo lo que nos da poder y sirve para que los más humildes nos rindan honores. Hacemos de la vida una incógnita indescifrable, solo apta para eruditos , poderosos o ricos, y pretendemos ocultar a la verdad tras estos disfraces.

Así, sólo si sabes mucho puedes alcanzar el respeto de los demás, incluyendo ricos y poderosos, entonces debes hacer de tu vida una carrera sin fin por devorar todo conocimiento y hacer gala de él en cuanta ocasión se presenta, de este modo logras admiración y con ello la narcótica fama.

Si tienes riquezas, puedes comprar todos los títulos y todo aquello que te ayude a hacer ostentación, sin necesidad de sabiduría alguna. Todos te respetarán y admirarán por lo que tienes y los que no, puedes apagarlos, desaparecerlos, rodeándote tan solo de admiradores, aunque sea pagados.

Finalmente, el que tiene poder, no necesita ninguno de los otros dos, pues obtiene el respeto imponiéndose, trabando, enredando, poniendo exigencias tan pesadas, que todos le imploren piedad, compasión, justicia. De este modo alcanza popularidad y fama, pues solo con un chasquido de sus dedos es capaz de obtener aplausos y reconocimientos de los más débiles, de los que son oprimidos, de los que sufren y esto le llena de satisfacción, lo envanece, lo lleva al delirio.

Todo esto, riqueza, poder, “sabiduría”, fama, nos impiden ver el sencillo mandato del Señor, que tenemos toda una vida para ponerlo en práctica y de este modo alcanzar el Reino, dando el Verdadero y Único sentido a nuestras vidas: Amar a Dios con todo lo que somos y a nuestro prójimo como a nosotros mismos


Oremos:

Dame fuerza, valor, lucidez, para pasar mi vida amando a mis hermanos. No me dejes caer en la tentación.

Hazme puro, sencillo, humilde, para estar siempre más dispuesto a dar, a servir que a pedir privilegios y posiciones.

Que no busque la fama, el poder, la “sabiduría” o la riqueza, antes bien que me ponga a tu servicio siempre.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

jueves, 19 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 1,16.18-21.24a

Mt 1,16.18-21.24a

Me parece importante en esta lectura constatar que nada ocurre al azar, que todo obedece a un Plan de Dios concebido muchísimo tiempo atrás, el cual es paulatinamente revelado por el antiguo testamento, especialmente por los profetas.

Esos gestos, esos detalles que a veces pasamos por desapercibidos, fueron tomados en cuenta por Dios. Todo fue previsto precisamente para que nosotros, que somos incrédulos, creyéramos y nos convirtiéramos, porque esa es la única forma de salvarnos de la muerte y del pecado. Así es, todo eso por ti, por mí, por nosotros.

“José hijo de David” le dijo el Ángel del Señor. Esto quiere decir que José era descendiente de David, del mismo linaje, tal como había sido anunciado muchos siglos antes por los profetas. Jesús es el eslabón, la bisagra que une el cuelo con la tierra, a Dios con los hombres. Cristo es el centro de la historia y al mismo tiempo es el principio y el fin. El alfa y el omega.

Dios interviene en nuestra historia. Lo ha hecho siempre, pero muy especialmente en ese momento, sellando así su alianza con su pueblo, con el Pueblo de Dios, que somos todos los que creemos en el evangelio, su Iglesia.

¿Ves la intervención diaria que Dios hace en tu vida? ¿El Plan de salvación que te propone? Si haces Su Voluntad, estás encaminado…¿Pero la conoces? ¿Sabes cuál es la Voluntad del Señor para tu vida? ¿La buscas?


Oremos:

Señor, ayúdame a descubrir cuál es Tu Voluntad para con mi vida, cuáles son tus Planes, para seguirlos.

Hazme un instrumento de tu fe.

Sé que mis hermanos constituyen el camino que me lleva hacia ti. No podré llegar a Ti si no es a través de mis hermanos, por ello dame paz, alegría, esperanza…dame el don de la palabra y sobre todo permíteme actuar con coherencia. Que brille tu luz en mí.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 18 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 5,17-19

Mt 5,17-19

No, no hay incoherencia entre el antiguo y el nuevo testamento. Lo que hay es continuidad. A Jesús se referían las profecías; de Él hablaban las escrituras. Como diría en aquél pasaje en el cual entra a la Sinagoga y luego de leer a Isaías dice: “Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.»” (Lucas 4,21)

Esto es muy importante y debe tenerse en cuenta. Diríamos que el Señor es la perfección de la ley, pues el que cumple con lo que él mismo resume como “la ley y los profetas”, es decir, el que ama a sus hermanos como a sí mismo y a Dios por sobre todo, no puede dejar de cumplir la ley. Entendámonos, no es que diga “amo, entonces debo de cumplir la ley...” ¡No! Lo que pasa es que como diría San Agustín, amando, realmente amando encuentra el hombre su plena realización, su felicidad, su fin, su misión. Por eso San Agustín resume: “Ama y haz lo que quieras”. Por su puesto, ello pasa en primer lugar por entender lo que es el amor…Allí podríamos tener una dificultad, si tenemos visiones distorsionadas o parcializadas, si simplemente desconocemos El Amor en su verdadera magnitud.

Si profundizamos un poco más, caeremos en la cuenta que Dios es Amor, es decir la Perfección, a la cual nosotros debemos tender, que no alcanzaremos seguramente, pero que no por eso tendremos que dejar de buscar. ¿Y cómo se busca, cómo se avanza en esta senda? Muy fácil, al menos de decir: amando.

Jesús era lo que buscaba el Antiguo Testamento, era a donde dirigían sus miradas, por ello Jesús dice que ha venido a dar cumplimiento. Aquello que Dios anunció por boca de los profetas, aquello que esperaban, llegó, se cumplió.

Y qué nos va a venir a decir Jesús: que no hay una ley más perfecta que el Amor. Que el Amor lo engloba e incluye todo. Así, todo lo que hay de bueno en las aspiraciones del hombre por construir un mundo mejor para todos, inclusivo, en el que no haya hambre, ni pobreza, ni injusticia; donde todos puedan vivir con esperanza, donde cada niño, cada anciano y cada persona pueda amar y ser amada…


Oremos:

Señor, permítenos comprender en qué consiste el amor, el verdadero amor y vivir según él.

Haznos sentir en nuestro corazón como Santa Teresa, que “quien a Dios tiene, nada le falta”.

Haznos bondadosos y caritativos, que sepamos perdonar y llevar alegría a los que sufren.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

martes, 17 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 18,21-35

Mt 18,21-35

¿Cómo será el Reino?, nos preguntamos muchas veces. El Señor nos dice como es. Es decir, una primera idea que salta a la vista es que el Reino ES…no será. Ya hoy y aquí, como en aquel entonces, lo estamos construyendo, pero él es. Quizás podemos decir en proceso, en desarrollo, en un devenir…pero es.

La segunda idea es que nuestro perdón no debe tener límites. La expresión parece absurda, innecesaria y exagerada. Me recuerda a las discusiones que tenía con mis hermanos cuando era pequeño y uno decía infinito, el otro agregaba infinito más uno y finalmente supuestamente ganaba el que terciaba infinito más infinito…y la discusión se prolongaba interminablemente por precisar quien había dicho más. Está muy claro: Nuestra capacidad de perdonar no debe tener límites.

Y, finalmente toda la historia que nos relata nos recuerda ni más ni menos que al Padre Nuestro. Es la misma y única prédica de Cristo, abordada de otro modo. Como tratas, serás tratado. Con la misma vara que mides, será medido. Si quieres que Dios Padre te oiga, sea compasivo y te perdone, oye a tus hermanos, se compasivo y perdónalos primero. No es cuestión de decir Señor, Señor…Es cuestión de obrar, de amar, de pasar por el mundo como Él, haciendo el bien.

El Señor, nuestro Dios, es bueno y compasivo con nosotros. Ya lo ha sido, al enviar a su único Hijo a salvarnos, a redimirnos del pecado, a enseñarnos el Camino. Nosotros debemos actuar en consecuencia. Eso es lo que nuestro Padre Celestial espera.


Oremos:

Dios Santo, danos la capacidad, la paciencia, el amor y la sabiduría necesaria para perdonar a nuestros hermanos, pero de corazón, con hechos…no de palabra hueca y vacía. Que nuestra actitud, nuestra mirada, nuestro gesto sea otro, “hasta setenta veces siete”.

Que no llevemos cuentas de las ofensas, ni de los malos tratos. Esto lo solemos recordar inmediatamente y cambiamos de actitud. Que sepamos dominarnos y que voluntariamente, con valor y decisión obremos con quienes no nos quieren, con quienes han manifestado su antipatía hacia nosotros, incluso con aquellos que nos han hecho daño, como si fueran nuestro mejores amigos, sin reparo, sin medida, sin límites…¡Qué difícil, Señor! Pero con tu ayuda todo lo podemos.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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lunes, 16 de marzo de 2009

Reflexión: Lc 4,24-30


Ya lo hemos dicho antes. Jesús es un tipo incómodo. Y es que no le dora la píldora a nadie. El va diciendo la verdad a todo el mundo, cantándoselas muy clara y eso no le gusta a mucha gente, sobre todo a aquellos que se creen escogidos, a los poderosos, a los ricos, a los “sabios”, a los sacerdotes, escribas y fariseos…

Es que no nos tragamos que aquél infeliz, ese que siempre hemos visto, ese “pobre diablo” que vive entre nosotros un día venga y nos la haga ver muy claro, que somos unos egoístas, que acomodamos todo a nuestros favor, que ponemos cargas pesadas en los otros, que nosotros mismos no seriamos capaces de llevar, que no somos nadie y que por el contrario, aquél que hemos desechado, aquél del que renegamos, ese precisamente ha escogido el Señor para darnos su mensaje.

¿Quién es este “cholito”, nos decimos, para venir a decirme lo que yo debo hacer? ¿Quién es este ignorante para decirme lo que está bien o lo que está mal, cuando yo tengo 2 maestrías y un doctorado y voy por el segundo? ¡Nosotros lo hemos estudiado y decidido todo a vuestro favor, pedazo de ignorantes, para que ustedes no piensen ni decidan, porque no son capaces, porque no tienen la luz y sabiduría que nosotros! ¡Ustedes no tiene que opinar, porque cuando abren la boca hablan estupideces! Además, estamos apurados, hemos emprendido una obra monumental que ustedes, por su ignorancia y su ubicación funcional, no alcanzar a ver y no estamos para perder tiempo en aclarárselo, porque además no están en condiciones de entenderlo, así que lo deben aceptar con la boca cerrada, confiando que es lo mejor, pues ha sido ideado y planificado por nosotros, un selecto y escogido grupo que podemos acreditar a quienes quieran que somos capaces, que tenemos los pergaminos suficientes y contamos con el poder suficiente para comandar la tarea que nos hemos propuesto! ¡Ustedes deben confiar, ceñirse, colaborar y acatar! ¡Ese es su papel!

Y cuando iban a arrojar a Jesús al barranco, pasando por en medio de ellos se marchó. Hasta ese extremo incomodó. Es que no había llegado su momento, momento que, muy a pesar de esta turba dirigida por la “aristocracia”, había sido planeada y dispuesta por el mismísimo Dios desde hacía mucho siglos. Nadie muere la víspera. Todo ha sido cuidadosamente planeado y Dios tiene un Plan para cada uno de nosotros. ¿Cuál es Dios mío tu voluntad? ¿Qué quieres de mí? Ese es nuestro gran reto, descubrir su Voluntad, que luego las cosas sucederán cuando deban hacerlo y entonces, ojalá estemos trabajando en la viña, para la viña.

Oremos:

Señor, danos humildad, serenidad y discernimiento, para no caer en la tentación de la soberbia, de creernos dueños absolutos de la verdad, despreciando a nuestros hermanos y haciendo oídos sordos a sus voces, simplemente por creer que provienen de ignorantes que además conocemos de toda la vida.

Danos fe, para leer los signos de los tiempos y saber reconocer que Tú actúas a través de nuestros hermanos y muchas veces, sino siempre, a través de los más sencillos, de los más simples, de los que menos destacan, de los menos aplaudidos y reconocidos, de los humildes.

Danos un corazón puro, danos sabiduría, lucidez, discernimiento y modestia.



Roguemos al Señor…

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domingo, 15 de marzo de 2009

Reflexión: Jn 2,13-25


Siguiendo la línea de comportamiento de Sacerdotes, Escribas y Fariseos, es de comprender en qué habían convertido el Templo del Señor. Y a Jesús esto realmente le molestaba. Era más un mercadillo donde se realizaban transacciones de todo tipo y donde los poderosos seguramente compraban las piezas más grandes y costosas para ofrecerlas en sacrificio, pretendiendo de esta forma hacer notar su fe en Dios, cuando todo el mundo sabía que llevaban una vida licenciosa, de la cual no se arrepentían. Buscaban, como ahora, con estos gestos y muestras de poder aplacar a Dios y conseguir perdón de sus pecados. Y es seguro que los Sacerdotes entraban en este juego y que hasta recibían de buen agrado sus donaciones y dádivas, mirándolos con satisfacción y poniéndolos como ejemplo, como si se pudiera comprara la paz, el amor y el perdón de Dios.

¿Cuántos de nosotros hemos reducido a esto nuestra fe? Pretendemos comprarla haciéndonos partícipes de un movimiento, de una cofradía a la que regalamos u donamos cosas materiales que nos permiten figurar entre la feligresía, destacar y recibir honores. ¿Pero llevamos una vida recta, somos humildes, nos arrepentimos de nuestros pecados y enmendamos nuestro comportamiento?

El amor y el perdón de Dios, la paz que proviene de Él, no se compran, pues constituyen una Gracia que el Señor libremente otorga a quienes están realmente de su lado.

¿Eres tú un verdadero cristiano? ¿O estarías entre los que el Señor arrojó a latigazos, por exasperarlo a tal extremo, con apariencias y engaños? No te olvides cómo concluye esta lectura: “Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre”.

Oremos:

Hazme, Señor, un auténtico cristiano, no de aquellos que hacemos un circo de tu fe, sino de los que vivimos auténticamente, amando, dando, con humildad y sencillez, sin esperar nada a cambio.

Dame fe, para creer profundamente, con mi vida entera en el evangelio y vivir al modo de Jesús.


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sábado, 14 de marzo de 2009

Reflexión: Lc 15,1-3.11-32


Estamos frente a uno de los episodios más conmovedores del evangelio, la parábola del hijo pródigo. Podemos reparar que Jesús la cuenta a propósito de las murmuraciones de los escribas y fariseos, por las malas juntas que este tenía, al reunirse con publicanos y pecadores.

Los “dueños de la verdad”, los “limpios”, los “puros” resentían que Jesús se juntara con aquellos que ellos rechazaban o cuando menos mantenían distancia, para no contaminarse. Les escandaliza que Jesús ande con pecadores y seguramente también con pobres, humildes y andrajosos.

Jesús en cambio, no rechazaba a ninguno que se le acercara y no temía juntarse con nadie. Conversar, ayuda, alivia, cura a prostitutas, leprosos, cobradores de impuestos, oficiales romanos y cuanta gente le buscaba afligida, arrepentida, dolida…Jesús era portador de paz, la transmitía y obraba un gran cambio en quienes lo recibían. Jesús venía a anunciar al Padre de todos, al Padre de la humanidad entera, de buenos y malos, de ricos y pobres, de sanos y enfermos, aun de los despechados y pecadores como el hijo pródigo.

Y es que Jesús, como dirá en otro momento, ha venido a sanar a los enfermos. Es penoso y lamentable que el que está bien, el que lo ha tenido todo, incluso claridad y discernimiento, recienta que su hermano menor, ofuscado, ambicioso y seguramente preso de sus debilidades, habiendo caído en lo más hondo, haya recapacitado y vuelto al Padre, lejos del cual le era imposible vivir. Más aún, que recienta el extraordinario recibimiento que le hace el Padre, “porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado”.

Debemos procurar comprender esta parábola para tratar de entender el inmenso amor que nos tiene el Padre, quién para reconciliarnos, para salvarnos fue capaz de enviar a su único hijo, al que maltratamos y mandamos morir en la cruz. Arrepentidos volvemos los ojos a Él y Él nos perdona, abraza y nos vuelve a dar nuestro lugar de hijos y herederos del reino. Hemos sido perdonados, hemos sido salvados…

Oremos:

Señor, no permitas que viva comparándome siempre con mis hermanos y mucho menos envidiando o anhelando lo que tienen. Dame fe para saber que tú me das lo que necesito a cada instante y valor para vivir con ello dando testimonio de tu amor.

Dame generosidad para alegrarme del bien que produces en mis hermanos. Permíteme seguirte siempre y si flaqueo, ayúdame a encontrarte y caminar siempre por tu senda.


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viernes, 13 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 21,33-43.45-46


Jesús no se anda con rodeos, ni le dora la píldora a nadie. Es que ha venido para revelar la verdad y enseñar el camino y en esta ocasión sin ningún reparo se la canta a los poderosos: los grandes sacerdotes y los notables.

La parábola es prácticamente un resumen de la historia sagrada, es decir la historia de la relación de Dios Padre con nosotros, su pueblo. Es un anticipo de lo que ocurrirá con Él a manos de los “inquilinos de la viña”. Sus palabras son incómodas y provocan la ira de los poderosos, que de buena gana lo hubieran detenido y seguramente desaparecido, si no hubiera estado acompañado por una multitud que lo seguía.

El cambio de categorías es total. El Señor ve con otros lentes, con otra óptica el mundo y esta no coincide con la visión del poder establecido. No lo hizo entonces, no lo hace ahora. ¿Cómo podría estar de acuerdo ahora en cómo llevan los que detentan el poder este planeta, si teniendo suficiente riqueza para terminar con el hambre y la pobreza, la destinan a la fabricación de armas, a la guerra, al asesinato, al asedio, a la persecución de pueblos indefensos, al abuso y al maltrato?

Les dio la viña ¿y qué han hecho? ¿Qué hacemos nosotros con la parte que recibimos? ¿Cuál es nuestra responsabilidad en este maltrato? ¿De qué lado estamos? “La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido.”

A los que actuamos irresponsablemente con todo lo recibido, a los que somos indiferentes y con ello consentimos el maltrato a nuestros hermanos y a toda esta heredad, al planeta, “Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”.

¡El que tenga oídos que oiga!

Oremos:

Señor, dame tu luz para ver en cada ocasión el lado de la justicia, el lado del amor, el lado de la verdad.

Sí, es seguro que casi siempre este estará del lado de los pobres, de los humildes, por ello te pido que aparte de mi la soberbia y la comodidad, que me ciegan y nublan la vista.

¡Hazme perfecto como nuestro Padre que está en el cielo! ¡Hazme santo!

Dame fe.


Roguemos al Señor…

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jueves, 12 de marzo de 2009

Reflexión: Lc 16,19-31


Una lectura realmente conmovedora…Diría que terrible. Tenemos nuestra oportunidad de creer en el evangelio y cambiar, y convertirnos: “conviértete y cree en el evangelio” nos dijeron el miércoles de ceniza. Eso lo tenemos que hacer ahora, en vida, ahora que tenemos la oportunidad. Después será demasiado tarde.

El pasaje que leemos es bien duro y triste. El hombre rico, cuyo nombre ni sabemos, se perdió, cegado por su indiferencia. Seguramente miraba por sobre el hombro a todos y jamás inclinaba si quiera un poco su vista al suelo, de otro modo hubiera visto a Lázaro. En cambio este último, al que incluso los perro lamían sus llagas y que se hubiera contentado con las sobras que caían de la mesa del rico, pudo registrar su nombre entre los escogidos y luego de una vida de sufrimiento y males, le tocó gozar del bien, de la vida eterna.

Hoy el mundo se debate en una crisis tremenda, de la que sólo estamos viendo el comienzo. Los ricos con su sistema económico, organizado solamente para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, intenta salvarse de la pérdida de parte de sus riquezas y para ello toman medidas que sólo darán por resultado pérdida de empleo, de poder adquisitivo, incrementando el número de pobres y profundizando la pobreza misma.

¿Por qué no se preguntan si no ha llegado la hora de dejar de acumular y en vez de ello empiezan a repartir lo que tienen con los que fueron menos favorecidos? Es que su idolatría es tan grande que jamás se desprenderán realmente de lo que les importa, con las justas si dejan caer algunas migajas. Si los ricos del mundo quisieran, hace rato hubieran solucionado el problema del hambre y la pobreza en la Tierra. Si en vez de gastar inmensas fortunas en guerras insulsas, criminales y abusivas, destinadas a enriquecerlos más, hubieran oído el clamor de los pueblos y hubieran repartido algo de lo que poseen, no estaríamos ante tan grave crisis, ni habría tanta miseria.

Algún día, quizás se den cuenta. Pero quizás entonces sea demasiado tarde. De allí la urgencia de evangelizar. Todos hemos sido llamado, aunque no todos entraremos…Es nuestro deber proclamar que hemos encontrado la mayor riqueza a la que el hombre puede aspirar…¡El amor!


Oremos:

Señor, haznos comprender la urgencia de tus palabras y que nos pongamos manos a la obra ¡ya!, llevando la esperanza y la necesidad de cambio a todos nuestros hermanos, pero especialmente a los que más tienen, para que alivien en algo la pobreza de los miserables, ahora que pueden hacerlo.

Aparta de nosotros toda ambición, toda mezquindad, toda soberbia y avaricia. Haznos generosos y nobles.



Roguemos al Señor…

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miércoles, 11 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 20,17-28


Qué fácil es pedir y buscar para nosotros privilegios…ser los primeros, ser los más grandes. No dejamos de pensar e imaginar el Cielo con nuestras categorías, por eso queremos estar siempre adelante, arriba, primeros.

Sin embargo el Señor nos recuerda algo que es central en su predicación y que debe serlo siempre en el proceder y en la actitud verdaderamente cristiana. El que quiera ser grande, el que tenga poder, debe hacerse servidor de los demás, el que quiera ser primero debe hacerse esclavo.

Incluso dice, podría darse el caso que alguno de nosotros esté dispuesto a llegar al sacrificio que Él está próximo a realizar, pero no depende de Él otorgar ningún privilegio en el Cielo. Pero Él mismo no ha venido a sacrificarse para ganar un puesto, sino para salvarnos. Es decir que antes que cualquier recompensa, antes que cualquier beneficio o ganancia a la que pudiéramos sentirnos merecedores, está el servir. Como siempre e invariablemente, primero están los demás. Esta es la verdadera actitud cristiana: dispuesta siempre a servir, aún hasta el sacrificio más grande por los demás…Lo que venga después, es cuestión que corresponde decidir a nuestro Padre amado.


Oremos:

Siempre estamos pensando en nuestros beneficios, en lo que estamos dispuestos a pagar por aquello que queremos ganar. Señor, que no pensemos tanto en nuestras ganancias como en el bien que podemos hacer a los demás.

Que nuestra mejor motivación sea el servicio a los demás. Antes y primero cualquiera de nuestros hermanos, después nosotros.

Queremos seguir tu ejemplo y servir al mundo tal como tú nos enseñaste. Si hemos de ser esclavos que sea del amor.


Roguemos al Señor…

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martes, 10 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 23,1-12


Jesús nos llama a la reflexión respecto a la actitud que debemos mantener siempre y mucho más aún cuando llegamos a ocupar lugares importantes en nuestra comunidad, ya sea como dirigentes espirituales (con mayor razón) como autoridades de cualquier tipo.

¿Cuál es el problema con los escribas y fariseos? Que están sentados en la cátedra de Moisés, se encuentran en la más alta posición…Entonces hay que hacer lo que dicen, no nos queda otra, pues sino sufriremos las consecuencias. Ellos tienen el poder para ordenar y disponer. Así, será muy difícil que dejemos de hacer lo que disponen. El Señor aquí lo reconoce. Sin embargo nos pide que no los imitemos, porque son abusivos, incomprensivos.

¡Qué fácil es desde las jefaturas echar sobre los hombros de lo subordinados cargas que jamás hemos llevado, ni seríamos capaces de llevar! Arrimarle todo al que más aguanta, al que más asimila. Total, mientras no proteste, sigamos dándole, sin más reconocimiento que la misma paga, sin consideración, recordándole lo que son sus deberes, si en algún momento levanta la cara o trata de insinuar el menor gesto de incomodidad, de cansancio, de agotamiento, de desaliento…

Se prioriza todo aquello que puede aumentar los ingresos, las utilidades…Aún se invierte en nuevos equipos, nuevos materiales, eventos de marketing, campañas publicitarias, promoción, regalos, etc, sin embargo la cifra de sueldos y salarios permanece intacta, es más, se fusionan puestos, se reduce el personal…En el último que se piensa es en el ser humano que lleva sobre sus espaldas la empresa, el negocio, la institución. ¿Cómo se las arregla? Es su problema, mientras esté al día siguiente nuevamente a las 8 de la mañana, con buen ánimo y dispuesto a asumir todo lo que se disponga hasta la hora que sea necesario, sin sobre tiempos ni beneficios de ningún tipo. ¡Total, la fuerza laboral es tan grande, que como burros de carga, todos son reemplazables!

Por si fuera poco, estos “jefes” se han apoderado también de nuestra religión, participan en las eucaristías, comulgan, ocupan los más importantes lugares e incluso se dan el lujo de predicar, de decir que son cristianos y que sus organizaciones también lo son…

Por eso Jesús nos dice: “no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.” ¿Somos de los que decimos y no hacemos? Y nos recuerda cual debe ser nuestra actitud, nuestro proceder en la vida y especialmente cuando lleguemos a esos puestos: “El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.” ¿Cuántos lo recordamos?

Más claro, el agua. El que tenga oídos que escuche. No tratemos de interpretar, acomodar y retorcer estas palabras. Apliquémoslas en nuestras vidas.

Oremos:

Danos sabiduría para aplicar tus mandamientos – estos que nos das a conocer en esta lectura- en nuestras vidas.

Que no nos regodeemos en el poder, que no nos envanezcamos; que por el contrario busquemos servir sinceramente, de corazón y con humildad.

Que recordemos siempre que por encima de las instituciones, de las organizaciones o de las empresas, siempre debe estar el hombre. Que todo ha sido creado para el hombre y no al revés.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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lunes, 9 de marzo de 2009

Reflexión: Lc 6,36-38


Con la misma medida que aplicamos a los demás, seremos juzgados, nos recuerda el Señor. Como tantas veces antes, en forma reiterada nos hace notar que nuestra salvación está en función de los demás. Los otros, el mundo que está fuera de mí, mi familia, mis hermanos, mis padres, mis amigos…la sociedad en s conjunto juegan un papel importante en la salvación. Todo depende de cómo me porte con ellos. “Ellos” son importantes y son nombrados en forma explícita. No se trata de hacer una interpretación o de llegar a ellos por una extensión del perfeccionamiento de mi persona; en todo caso es precisamente al revés. Me perfeccionaré y entonces llegaré a Dios, mejorando mi trato con mi prójimo.

No es accidental o secundario el orden incluso en que a través de esta lectura se nos da nuestro lugar. Se trata que obremos nosotros primero en nuestros hermanos como queremos que Dios obre en nosotros. Primero damos para recibir. No nos sentamos de brazos cruzados esperando que el poder divino se muestre sobre nosotros, para entonces ponernos a actuar. Tampoco empezamos un proceso de perfeccionamiento personal que habrá de llevarnos a proyectarnos a los demás como el descubrimiento de que sólo a través de ellos nos podemos realizar. Los demás no están después de nosotros…¡Esto es un gran cambio de perspectiva!


Oremos:

Señor, ayúdanos a comprender que sin ti no somos nada, pero que solo llegaremos a ti, a través de nuestros hermanos.

Danos el coraje, la entereza y el amor suficientes para ver y atender las necesidades de nuestro prójimo en primer lugar.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
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domingo, 8 de marzo de 2009

Reflexión: Mc 9,2-10

Estos son algunos de los prodigio de los que fueron testigos los discípulos más cercanos de Jesús, seguramente sus más íntimos, sus “preferidos”, aquellos a los que podía mostrarles estas cosas en espera que las comprendieran, pues tenían una cierta sintonía especial con Él. Quedaron realmente pasmados, estupefactos…Vieron y presenciaron un encuentro insólito. Elías y Moisés conversaban con Jesús. ¿Cómo podía ser? ¿Dónde estaban? Ambos habían vivido varios siglos antes de Jesús y con cientos de años de diferencia entre uno y otro. ¿Qué estaba pasando? Era realmente algo asombroso lo que estaban presenciando. Por eso no atinaban a decir nada. “Estaban asustados”.

Es que realmente era impactante lo que estaban presenciando. No lo podían comprender…Si nos trasladamos mentalmente a la escena y lo pensamos un poco, tampoco lo podríamos comprender ¿no es verdad? Se trata de hechos reservados para unos pocos, que sólo pueden ser comprendidos desde la fe. Luego fueron envueltos por una nube y escucharon nada menos que la voz de Dios Padre diciendo: «Este es mi Hijo amado, escuchadle».

Era como para perder el habla, para quedar petrificado, helado y balbucear cualquier cosa. Fue seguramente un encuentro extraordinario que marco las vidas de estos discípulos. Seguro que no lo pudieron olvidar jamás.

Y sin embargo, cuando bajan Jesús les “ordena” que no contaran lo que habían visto hasta que Resucitara. ¿Por qué? ¿No sería lo primero que quisieran contar a todos, lo primero que quisieran salir corriendo a proclamar, a gritar a todos? ¿No sería lo primero que cualquiera de nosotros hubiera querido hacer, i r a contar a todos los que acabábamos de presenciar?

Pero Jesús ORDENA ocultarlo hasta después que resucite. ¿Por qué?

Ensayo la siguiente explicación: Jesús no quería convencer a nadie por los hechos prodigiosos (a nuestros ojos) que como Dios podía realizar. Usar el poder de Dios para cambiarnos no era su prédica. El quería y quiere que libremente nos adhiramos al camino del amor que con su vida, muerte y resurrección nos propone.

No se trata de ganarnos por el asombro. Se trata de dejarnos cautivar por el amor. . Se trata de preferir el bien, de escoger el camino recto. Se trata de amar.


Oremos:

Pidamos al Señor que nos ayude a comprender su presencia milagrosa cada día en nuestras vidas. Pues así como hizo con Pedro y Juan, a cada rato nos da muestras que por sí solas bastarían para que creamos y lo sigamos, sin embargo, muy rápidamente las olvidamos, y luego de muy poco tiempo hasta las vemos con la naturalidad de un hecho corriente.

Danos fe, Señor, para seguirte fielmente y convertirnos en multiplicadores eficaces de tu Palabra.



Roguemos al Señor…

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sábado, 7 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 5,43-48


De nuevo nos encontramos con el contraste. Hay una ruptura entre lo que se dijo antes (el Antiguo Testamento) y lo que ahora dice Jesús (el Nuevo Testamento) y Él nos la remarca. Antes se dijo…ahora yo les digo…

Esta primera consideración me parece importante, pues hay muchos hermanos nuestros que se han quedado anclados en el Antiguo Testamento, donde había muchas normas y leyes. Hay muchos entre nosotros que al igual que en el antiguo testamento, buscamos llenar de normas y leyes todo. Queremos aclararlo todo mediante la abundancia de palabras. Damos mil vueltas a las cosas, muchas veces porque consciente o inconscientemente queremos mantener la ambigüedad, queremos restar contundencia a La Palabra, al mensaje de Jesús. Él, sin embargo, es muy claro y concreto. No se va con rodeos. No deja lugar a dudas, sino para aquel que quiere interpretarlo y hacerle decir lo que no dijo; para aquel que quiere entibiar el mensaje y hacerlo inocuo.

“Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan”. Hay ciertamente que tener mucho valor para seguir a Jesús y hacer lo que nos propone. El camino no es fácil, ni dulzón , ni romántico como sin entenderlo o quizás por evadirse alguno lo presentan. El camino es exigente. El Señor no pide nuestro tiempo libre o aquél del que buenamente podemos disponer. Él pide un cambio en nuestra vida TODA. Ver, pensar y actuar de otro modo, siempre, incluso cuando estamos solos y pensamos que nadie nos ve, porque nuestro Padre que está en los cielos lo ve todo y no hay nada que podamos mantenerle oculto.

“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” Agregar más palabras a este mensaje es pretender encontrar tres pies al gato; es buscar acomodarlo a nuestro interés, rebajarlo, amoldarlo, suavizarlo. “El que tiene oídos, que oiga”.

Hay que buscar la santidad. Ser santos, ser perfectos…qué duda cabe que ese es el llamado de Jesús para nosotros. Ser santo no es empezar a torcer el cuello y mirar con cara de tonto todo. ¡Qué disparate! Ser Santo es tener el coraje de vivir la vida como nos lo propone Jesús. No hay mensaje más claro y concreto que el de este evangelio. ¿Somos capaces de hacerlo?


Oremos:

Ayúdanos a ser consecuentes con la vida que nos propones. Que vayamos creciendo en “cristiandad”…Que ello abarque cada rincón de nuestra vida.

Que entendamos que es precisamente cuando estamos solos, cuando nos apartamos, que debemos purificarnos, limpiarnos, uniéndonos a ti mediante la oración. A veces entendemos muy mal la intimidad…

Que entendamos, así mismo, que no podemos vivir apartados e indiferentes a lo que ocurre en el mundo, que debemos involucrarnos y llevara a cada espacio, a cada acontecimiento tu palabra. Y que esto no se trata de ir parando o entrometiéndose en cada cosa para citar un texto bíblico, sino que debemos hacer y actuar como tú lo harías…como si fuéramos tú en cada ocasión.


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viernes, 6 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 5,20-26


El Camino que el Señor nos muestra es exigente. No es cuestión de pasar todo por aguas tibias. Es una cuestión de actitud, como ya lo ha repetido antes. Pero una actitud que abarca y mueve todo nuestro ser; es profunda y determinante. Se trata de tener otra óptica, otra perspectiva en la vida, donde siempre nuestros hermanos son primero, más aún si los hemos ofendido o si creemos que tienen algo contra nosotros. Tenemos que saldar nuestras deudas.

No podemos pretender dirigirnos a Dios, empezar a orar, si no estamos en paz con nuestros hermanos. Pero se trata de una paz verdadera, no de apariencias, no de un puro barniz.

Así que el ser seguidores de Cristo, de un Dios que es Amor, no quiere decir que las penas sean más benignas, que podemos andar por la vida con indiferencia, instalados cómodamente, porque total, el Señor ya nos ha salvado. ¡No! Nuestra salvación la alcanzaremos en la medida en que sintonicemos con Él, en la que hagamos con nuestra vida lo que debemos hacer, en que pongamos las cosas en el orden que merecen, primero nuestros hermanos, primero el amor, primero el servicio y luego nosotros.

Busquemos la paz y la concordia en todo y con todos, incluso con aquél que mantenemos querella por algún motivo. Procuremos ponernos de acuerdo. La propuesta que nos hace el Señor no es fácil. No es el camino llano y parejo del indiferente, del que pasa piola. Se trata de jugársela día a día por el evangelio, allí donde nos toque estar.

¿Y qué significa jugarse por el evangelio? Pues vivir como Cristo…En resumen: Amarnos los unos a los otros, como Él nos ha amado.

¡Cuidado con las medidas que el Señor propone! Son exigentes, porque el mundo es exigente. Porque lo será en tanto que haya hambre, miseria, injusticia, pobreza y dolor.


Oremos:

Señor, enséñanos a perdonar de verdad. Danos el ánimo, la valentía, la creatividad y la generosidad para devolver bien por el mal que recibimos, venga de quién venga.

Que hagamos del bien, del amor, de la paz y la justicia nuestras banderas comprendiendo que finalmente lo que hacemos lo hacemos por Ti, es decir por alguien que va muchísimo más allá de lo que vemos, de lo que parece.

Que comprendamos que aunque a veces nos asaltan las dudas, tras todo ser humano, tras toda persona, por más despreciable que nos pueda parecer, estás Tú.

Que estemos siempre dispuesto a perdonar, como Tú lo haces con nosotros.
Que llevemos esperanza…Las cosas pueden y van a cambiar. Mejorarán.

Roguemos al Señor…

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jueves, 5 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 7,7-12


Nuevamente el Señor nos recuerda que no hay otra forma de llegar a Dios que a través de nuestros hermanos. Si, es verdad que nos invita a pedir, a buscar, a llamar… “Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”, pero agrega, no por casualidad, ni por decir algo, sino más bien porque no podemos esperar recibir si no somos capaces de dar y porque la medida de lo que recibiremos será aquella misma de lo que seamos capaces de dar. Por ello agrega, decía: “Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas”.

Es decir que el Señor nos dará lo que pidamos, del mismo modo en que nosotros sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos. Dicho de otro modo: ¿Si no somos capaces de dar cosas buenas, ni aun a nuestros hijos, si no somos capaces de dar nada a nuestros hermanos, qué podemos esperar? Mejor aún: ¿Qué debemos esperar?

El Señor es justo. Cosecharemos lo que sembramos. Tanto das, tanto recibes. Si la cosecha es abundante, será seguramente porque has sido generoso. Pero no debemos dar pensando en la recompensa, ella se nos dará por añadidura…El Señor nos invita como siempre a amar, a dar, a poner primero y por delante a nuestro prójimo, a nuestros hermanos, porque el que quiera salvar su vida la perderá, en cambio el que la pierda por uno de estos pequeños, la ganará. Así de simple.

Se trata, como siempre, de un cambio de actitud. De una revolución mental. De un aprender a pensar de otro modo. No del modo más popular entre nosotros, no del modo egoísta que es tan popular entre nosotros los hombres, como la cosa más natural y a veces engañosa, no. Se trata de pensar y vivir como Cristo, nuestro Señor nos enseñó.

Oremos:

Te pedimos Señor que nos des un corazón generoso, siempre dispuesto, siempre atento a los demás. Que aprendamos a dar, antes que a pedir o mucho menos exigir.

Que no nos aferremos a las cosas materiales, antes bien, que estemos dispuestos a desprendernos de ellas a la primera, sin consideraciones, sin engaños, ni rebuscados pretextos.

Aparta de nosotros esta forma egoísta de obrar, que nos brota con tanta naturalidad, como si tuviera que ser así. Saca de nosotros tantos malos hábitos, tanta envidia, tanto orgullo y vanidad. Haznos humildes y fieles, siempre dispuestos a servirte.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

miércoles, 4 de marzo de 2009

Reflexión: Lc 11,29-32


“Aquí hay algo más que Jonás”…Y es que somos realmente privilegiados. El Señor ha venido a salvarnos. Ha anunciado la Buena Nueva y hemos tenido el privilegio de vivir para escucharlo, tanto aquellos que vivieron con él y lo acompañaron en su peregrinar, como nosotros a quienes gracias a aquellos nos ha llegado la Palabra Viva de Jesús.

No, no tendremos más señal, porque se nos dio todo lo que era posible y necesario. El Señor vino a Salvarnos y lo hizo dando su vida por nosotros. “Tanto amó Dios al Mundo, que entregó a su propio hijo como sacrificio por nuestra salvación”. ¿Qué más?

¡Qué difícil es dar la vida por un amigo! Aunque seguramente habrá siempre alguien dispuesto, gracias Dios. ¿Pero dar la vida por alguien que te ha fallado, por alguien que no cree en ti, por alguien que duda de ti, por alguien que no te conoce, por alguien que no te quiere? ¡Eso hizo Jesús por nosotros!

Jonás se entregó como sacrificio para salvar la nave en que viajaban de la furia de las olas del mar, y fue devorado por una ballena que a los tres días lo devolvió sano y salvo. Jesús será crucificado muerto y sepultado por nuestros pecados, pero resucitará al tercer día, redimiéndonos y sellando la Alianza Eterna con nuestro Padre, Dios.

¿Creemos eso? “Conviértete y cree en los Evangelios” es la exigencia de este tiempo de cuaresma.


Oremos:

Señor danos fe si quiera como un grano de mostaza, para creer en ti, en los evangelios y en la salvación que con tu bendita sangre ha sido adquirida para nosotros por toda una eternidad.

Que vivamos según los evangelios, llevando paz, alegría y esperanza al mundo, sabiéndonos amados por Él que más puede amar, por un Dios que es Amor, que es, por si fuera poco, nuestro Padre.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

martes, 3 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 6,7-15


El Señor nos enseña la forma en que debemos orar. Nos regala una fórmula compuesta por pocas pero bien escogidas palabras, frases y oraciones. Porque como nos lo aclara, no se trata de palabrear, de chamullar. Dios Padre no quiere este tipo de oración hueca y sin sentido. Prefiere más bien algo más preciso, más concreto. Y no hay oración más completa que la que Cristo mismo nos enseño: el Padre Nuestro. Si pudiéramos meditar en cada palabra, en cada frase…No tiene pierde.

Pero hay algo que es fundamental para que nuestra oración sea oída, para que tenga sentido: y es la actitud. Antes de empezar a orar, debo haberme puesto en paz con mis hermanos. ¡Qué importante! Antes de ponernos a orar, el Señor requiere, exige de nosotros un gesto y este está dirigido a nuestro prójimo. No podemos pretender dirigirnos a Dios, mirara a Dios, si antes no hemos mirado a nuestros hermanos.

Si no perdonamos primero a nuestros hermanos, si no perdonamos las ofensas, los insultos, los agravios, traiciones y malos tratos recibidos de quienes nos rodean, no podemos pretender que Dios nos perdone. Antes de orar, debemos hacer este breve examen de conciencia. ¿Hemos perdonado a todos? ¿Por qué hemos recibido mal? ¿No estaremos siendo más bien nosotros portadores del mal para nuestros hermanos? ¿No estaremos causando daño, división, malestar, odio? Nosotros vivimos en comunidad…¿Qué huella vamos dejando en ella? ¿Somos cristianos? “Por sus obras los conoceréis”. ¿Proclamamos el evangelio con nuestras vidas?


Oremos:

Te pedimos, oh Señor, que nos ayudes a entender lo importante que es llevar una vida cristiana en todo momento. Que mantengamos la actitud que tú nos propones toda nuestra vida. Viendo primero el bienestar de nuestros hermanos, arreglándonos con ellos, buscando siempre la paz, la comprensión y la convivencia.

Somos distintos, somos “de colores”, pero todos somos hijos tuyos. Tu no haces distingos. Permite que nosotros tampoco los hagamos.

Ayúdanos a tener una sincera actitud de perdón…a perdonar verdaderamente en nuestros corazones, antes de ponernos a orar. Señor, escúchanos.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

lunes, 2 de marzo de 2009

Reflexión: Mt 25,31-46


Para aquellos que todavía tenemos dudas, para aquellos que no queremos entender o estamos buscando interpretaciones esotéricas o acomodaticias de las palabras del Señor, nos aclara como para un niño, con palabras muy sencillas, como si se tratara de un cuento, qué es lo que debemos hacer y a quién para que llegado el momento, cuando Jesús venga con toda su gloria, nos tenga entre los elegidos.

Día a día hay que mirar fuera de nosotros. No buscar tanto nuestra comodidad, como atender las necesidades de cuantos nos rodean. Solamente cuando salimos de nosotros mismos adquiere sentido nuestra vida. Se trata de que estemos al pendiente, con los ojos muy abiertos y dejemos de mirarnos el ombligo. Se trata de atender y servir a los demás. Nuestra salvación no está en la “meditación trascendente”, ni en la “flor de loto”, ni si quiera en ir a Misa…Se trata de realizar tareas, actividades diarias, cotidianas, en las que hayamos puesto primero a nuestros hermanos, a todos los que requieren de nosotros algo.

Ese ha de ser nuestro programa, nuestro Proyecto, nuestro Plan de acción: vivir al servicio de los que nos rodean, de nuestras familias, de nuestros amigos, de nuestra comunidad. Si es verdad que nadie da lo que no tiene, entonces debemos orar y mantenernos constantemente comunicados con Dios Padre, como lo hizo Jesús, para oírle y saber a cada paso lo que debemos hacer. El Plan es simple: nuestros pelos están contados y nadie por más que se esfuerce podrá agregar un segundo a su existencia. Entonces cada día hay que vivirlo como si fuera el último, sin preocuparnos más allá, pues cada día tiene su afán. Si vives siempre bien HOY, no tendrás de qué preocuparte, cuando el Señor te pida cuentas. Estarás siempre listo.


Oremos:

Señor, haz que nuestro lema siempre sea “haz el bien sin mirar a quien”, esa es la ruta marcada por la sabiduría popular que hoy nos recuerda Jesús.

Que no me detenga cómodamente a disfrutar de mi tiempo, si no que me empeñe en hacer algo por los demás. Que no deje de llamar, que no deje de asistir, de atender a cuantos me convocan, y que allí lleve tu palabra clara, verdadera, siempre fresca y sencilla.


Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

domingo, 1 de marzo de 2009

Reflexión: Mc 1,12-15


El Espíritu no solo guía, sino empuja al Señor. Quiere decir que no sólo vela por nosotros, que nos conduce, sino que a veces incluso nos empuja a aquello que nos conviene. El Espíritu necesita apartarse, necesita reflexión. Necesita silencio, sintonía para ver las cosas como Dios las ve y como quiere que las veamos. Se necesita una disposición especial, salir de uno mismo, de la rutina, de mis paradigmas, de mis normas, de mis estereotipos, para ver el mundo del modo que Dios lo ve. Solo entonces puedo comprender mi misión, aclarar mi mente y poner los medios para construir el Reino.

Una sola es la verdad, una sola mi misión, uno solo mi deber. “El tiempo se ha cumplido”. Es decir, ha llegado el momento. No hay nada más que esperar. Cristo nos ha develado la Verdad, es el Camino, la Luz y la Vida. No hay nada más que esperar. La tenemos al frente; o mejor aún, en nosotros, entre nosotros y debemos proclamarla. El Reino está por llegar. ¡Debemos acogerlo y anunciarlo!

¿Qué debemos hacer? Convertirnos y creer en la Buena Nueva. Este es todo el programa. Este es nuestro Plan, esta nuestra Misión. Al igual que Cristo, proclamar la Buena Nueva, con nuestra vida. No hay nada más que esperar. El tiempo se ha cumplido. Es decir que tenemos todos los elementos en nuestras manos. La Verdad ha sido revelada y nosotros la conocemos. Para eso vino el Señor y eso es lo que ha hecho. Ha llegado el tiempo de tomar partido.

La Salvación del mundo está en nuestras manos. Cristo lo ha hecho posible.



Oremos:

Señor, haznos instrumentos tuyos. Que guiados por tu luz andemos por el mundo dando testimonio de ti.

Danos discernimiento para distinguir en cada momento, en cada ocasión lo que esperas de nosotros, para que obremos conforme al Plan, para que nuestros hermanos te vean a ti a través nuestro y te sigan, convencidos, como lo estamos nosotros, que en ello consiste nuestra felicidad y nuestra salvación, que no otra cosa quieres para nosotros.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Reflexiones de HOY